jueves, 11 de octubre de 2012

Políticos de antes, políticos de ahora.


En los tiempos de la vieja Roma, la gratuidad era una de las características esenciales de todas y cada una de las magistraturas. Es decir, que pretores, cuestores, cónsules, tribunos de la plebe, censores e, incluso, los dictadores de tiempos de crisis no cobraban ni un duro, quiero decir, ni un sestercio. O lo que es lo mismo: aquella élite política de dirigentes, por amor al arte, hizo de Roma el único imperio histórico no superado aún, conceptualmente hablando.
Resulta, por otro lado, que además de no cobrar, el cargo siempre era gravoso para el magistrado, es decir, para el político romano. Con cargo a su patrimonio personal costeaba juegos, espectáculos, obras públicas; acuñaba moneda de plata y oro (la de bronce se reservaba al Senado), mantenía unidades militares... Por poner un ejemplo, la Legión V “Alaudae”, formada por unos cinco mil galos trasalpinos fue reclutada por Julio César, quien pagó de su bolsillo a los soldados que la componían durante una buena parte del tiempo que duró la conquista de la Galia. Otro tanto hicieron Marco Antonio, y Pompeyo.
Este principio de la gratuidad en el ejercicio del poder político se mantuvo intacto –como afirma A. Torrent, mi catedrático de Derecho Romano- hasta el final y sólo se  suavizó concediendo a los magistrados (a los políticos) el importe de los gastos de cuantos viajes hicieran, previa justificación o “censura”. Así pues, quien se metía en política buscaba el poder, por sí mismo o por otro tipo de ventajas distintas a las económicas.
Otra de las características de las magistraturas romanas era la RESPONSABILIDAD:
Por el hecho de haber llegado a magistrado, un ciudadano romano no quedaba exonerado de la legalidad. Si bien durante el ejercicio de su mandato sus decisiones debían ser acatadas, cuando éste finalizaba respondían, incluso con su patrimonio privado, de todos los actos lesivos que hubiesen cometido contra los derechos privados y los del Estado. No se consideraba admisible que un magistrado, durante el tiempo de su mandato, pudiese ser llevado a un tribunal, pero al finalizar su cargo y convertirse, otra vez, en ciudadano de a pie, respondía con toda su fortuna. Así, claro está, procuraban hacer las cosas bien.
Si cuento toda esta retahíla es porque, en realidad, quería haber hablado de otros políticos muy distintos a los romanos; de nuestros políticos y de la crisis moral de buena parte de la clase política de este país. Pero, por no ponerme de mal humor, mejor será que lo deje para otro día. Por el momento, con los datos que les he dado, vayan comparando ustedes entre unos y otros, entre los de entonces y los de ahora.
Varo.

3 comentarios:

madolok dijo...

Cúalquier tiempo pasado fué mejor!
Siempre he dicho que al final a Franco le van a hacer bueno, como sigan asi.
Lo de nuestros politicos no tiene nombre...y lo peor es que no los necesitamos, no necesitamos ladrones de guante blanco, sino buenos gestores(nunca politicos)
Saludos.

fosi dijo...

Si a los de ahora les obligan a hacer esto,a alguno le da un infarto y muchos lo dejarian.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me temo que no es tan bonito como lo pintas. Como bien dices, los cargos romanos no cobraban "de manera directa" y ademas tenian que pagar festejos y demas, pero de donde salia todo ese dinero, ¿acaso les manaba de un pozo?. Evidentemente lo obtenian de ejercer el poder y viceversa.
Vamos que los cargos no se cubrian por competencia sino por pagar por ellos, por lo que tenemos claro quien los ejercia. (Un paralelismo en nuestros dias, lo tebnemos en los candidatos del partido republicano de EEUU a la casa blanca que son todos millonarios)

Y ya solo recordar que en dichoso imperio americano, perdon romano, su economina se basaba en la esclavitud. Todo un ejemplo a seguir.

tambien seria