sábado, 22 de noviembre de 2008

Villalpando en el catastro de Ensenada (primera parte)

Uno de los grandes monarcas españoles, denodado reformista y modernizador, fue sin duda Fernando VI (1746-1759), llamado "el Prudente" o "el Justo".
Precisamente, de esa tarea modernizadora, de ese encomiable afán regenerador y de lo que pudo afectar a esta villa de Villalpando, es de lo que hoy quiero hablar aquí.
Y nada mejor para ello que centrárse en el máximo exponente de ese espíritu de innovación: El Catastro de Ensenada.
Esto es historia:
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, fue ministro de Hacienda, Guerra, Marina e Indias durante el reinado de Fernando VI, una especie de "primer" ministro. Pretendió eliminar la vieja fiscalidad cuyas raices se hundían en la edad media para sustituirla por un sistema tributario moderno, más justo, más equitativo, sustituyendo los multiples impuestos medievales (diezmo, martiniega, alcabalas, millones, cientos...) que pesaban como una losa sobre la población por una única figura impositiva: la contribución única.



Para ello, el marqués de la Ensenada, necesitaba una visión panorámica del reino, necesitaba conocer con exactitud la realidad económica de cada villa, de cada ciudad y cada aldea, pues la situación no era igual en cada una de ellas ya que los viejos señores feudales, la iglesia y otros privilegiados gozaban de beneficios que hacían que la situación ecónómica y patrimonial variara de unos lugares a otros.
Y así, para lograr enterarse con detalle de cómo estaban las cosas en cada uno de los lugares del reino, el marqués de la Ensenada remitió un cuestionario de cuarenta preguntas a cada lugar del territorio donde se pretendió aplicar la reforma: las dos Castillas, que englobaban todos los territorios peninsulares con excepción de aquellos con fiscalidad propia: Navarra, las provincias vascas y los territorios de la antigua corona de Aragón (Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares).
A este cuestionario de cuarenta preguntas que los prohombres de cada lugar tenían obligación de devolver contestado se le conoce con el nombre de "Interrogatorio de Ensenada".
Ese interrogatorio también llegó a Villalpando. Y se devolvió completamente contestado el ocho de mayo 1752.
¿Y qué preguntas eran esas?
Como ya he dicho, el Marqués de la Ensenada pretendía obtener una visión global de la situación económica y patrimonial de cada lugar del reino. Por ello, las preguntas que se enviaron fueron, resumiendo, las siguientes:
Nombre de la población (pregunta 1); jurisdicción (2); extensión y límites (3); tipos de tierras (4, 5); árboles (6, 7, 8 y 13); medidas de superficie y capacidad que se usan (9, 10); especies, cantidad y valor de los frutos (11, 12, 14 y 16); diezmos y primicias (15); minas, salinas, molinos y otros "artefactos" (17); ganados (18, 19 y 20); censo de población, con vecinos, jornaleros, pobres de solemnidad (21, 35 y 36), censo de clérigos (38) y conventos (39); casas y otros edificios (22); bienes propios del común (23), sisas y arbitrios (24), gastos del común, como salarios, fiestas, empedrados, fuentes (25), impuestos (26 y 27); actividades industriales y comerciales, con la utilidad de los bienes o servicios producidos: tabernas, mesones, tiendas, panaderías, carnicerías, puentes, barcas sobre ríos, mercados y ferias (29), hospitales (30), cambistas y mercaderes (31), tenderos, médicos, cirujanos, boticarios, escribanos, arrieros etc. (32); albañiles, canteros, albéitares, canteros, herreros, zapateros etc. (33, 34); embarcaciones (37); bienes enajenados (28) y rentas propias del Rey (40).
El cuestionario era igual para todas las villas y ciudades.
Veamos lo que contestaron en Villalpando:
Las sesenta y un páginas del documento original referidas a nuestro pueblo atañen no sólo a la Villa de Villalpando, sino también a "sus cinco despoblados", que son: Amaldos, Ribota, Villavicencio, San Martín del Río y Valdeunco. Describe tanto la extensión superficial de la Villa como la de dichos despoblados. Llama la antención el hecho de que en aquellos años, Valdeunco fuera considerado como perteneciente a la jurisdicción de Villalpando, cuando ahora -como todos sabemos- es del término municipal de Villanueva del Campo. El despoblado de San Martín del Río se ubicaba en la ladera del teso san Mamés, casi encima de un antiguo castro vacceo (por confirmar) con posterior reocupación romana y medieval (esto sí está confirmado). Debió de despoblarse a comienzos del siglo XVII




La pregunta número dos, relativa a la Jurisdicción, es muy interesante. Responden los villalpandinos que esta villa "es del señorío y vasallaje del excelentísimo señor duque de Frías, a quien pertenece la jurisdicción ordinaria..."
Efectivamente, la villa pertenecía al ducado de Frías por vía de los condestables de Castilla. Ese título ("duque de Frías") se concedió en 1492 por Isabel la Católica a don Bernardino Fernández de Velasco, conde de Haro y Condestable de Castilla. Después, el emperador Carlos I de España, distinguió a esta familia con el título de "Grandes de España". Como el título de Condestable desapareció en 1713, desde esa fecha hay que relacionar nuestro pueblo no ya con los condestables sino con los duques de Frías que constituyeron una de los más importantes linajes de la baja edad media y principios de la moderna.
Relata el manuscrito, a continuación, muy pormenorizadamente, todas y cada una de las contribuciones (o "pechos") que los vecinos de la villa pagaban anualmente al citado duque. Voy a exponer algunas de estas contribuciones (llamémoslas "impuestos"):
- Un foro de 150 fanegas de cebada.
- 500 reales de vellón en dinero (sic), pero a continuación dice el manuscrito que sobre esta cantidad se está litigando, por lo que debemos entender que en la época de su redacción había pleito entre el concejo de la villa de Villalpando -que pretendía la eliminación de este pago anual-y el duque de Frías.
- En concepto de "martiniega": se pagaba al duque 150 reales. La martiniega, que se pagaba el día de San Martín, tuvo su origen en la alta edad media y se exigía al campesino que se asentaba en una tierra no cultivada anteriormente. En la época de Ensenada, esta contribución, más que un impuesto real, era una señal o símbolo de señorío.
- Derecho de Alcabalas: Se le pagaban 7.000 reales. Las alcabalas eran una especie de impuesto de transmisiones que pagaba el vendedor en la compravente y ambos contratantes en la permuta. Era un impuesto regresivo, paralizador de la vida económica y muy criticado por los economistas, si bien se trataba de uno de los impuestos más importantes para la Hacienda Real, los reyes (como es el caso de Villalpando) en ocasiones lo cedían a los nobles (el duque de Frías) o lo arrendaban por una cantidad fija.
- En el barrio de San Pedro, de los diezmos que los parroquianos de dicho barrio pagaban a la iglesia una parte de ellos iba para el señor duque.

-Portazgo: El duque de Frías era dueño de un puente de piedra "donde llaman Misfeliz" (también lo he visto escrito como "Emisfeliz"), "con su calzada real que sirve de tránsito para el comercio que viene del reino de Galicia y montañas de León para la villa y corte de Madrid" (transcripción literal del manuscrito). Este puente, situado en la zona del molino de Bisfelis o Misfelis, a la salida del pueblo hacia Benavente, proporcionaba al duque pingües beneficios pues cobraba a cada ganado forastero que pasaba por él las siguientes cantidades (los ganados de Villalpando y su partido no pagaban:
* Por cada caballería mayor cargada, doce maravedís
* La menor, seis maravedís.
* Cada carro cargado, veinticuatro maravedís.
* Por cada buey o vaca, dos maravedís.
* Por cada oveja o carnero, un maravedí.
* Por cada macho, mula o yegua, seis maravedís.
Este derecho de portazgo, el duque de Frías lo tenía arrendado por 2.800 reales anuales.
A la vista de todas estas cantidades relatadas podemos deducir la importancia que para el duque de Frías tuvo que tener nuestro pueblo, pues no eran pocos los beneficios que de él sacaba.
A la pregunta cuarta (Clases de tierras) transcribo con lenguaje moderno: "...dijeron que todas las especies de tierras, herreñales, cercados, viñas, prados y eras que se hallan en el recinto del término propio de esta expresada villa y en el de los referidos despoblados son de secano, a excepción de algunas huertas que hay, y aunque pocas, éstas se riegan con aguas de pozos que hay en ellas y producen hortaliza todos los años."
Relatan nuestros antepasados respondiendo a esta cuarta pregunta que los cercados y herreñales producen cebada todos los años, mientras que todas las demás especies de tierra "producen siempre con un año de descanso e intermisión sin que haya ninguna que produzca más de una cosecha" al año.
A continuación, se relatan una serie de lugares que a juicio de los villalpandinos que respondieron al cuestionario merecían especial consideración:
- El Monte Raso: "Hay un Monte Alto Raso donde llaman la vereda de Madrid como se va al lugar de Villardefrades al aire solano, que hace 2.234 fanegas..." Relata que tiene "algunas matas de encinas y espinos muy cortos porque el año 1736 estaba raso por haberse talado los árboles en virtud de orden cuya noticia vino del Supremo Consejo para que se abriesen caminos... por refugiarse en él muchos ladrones y que en el presente sólo sirve para pastos de ganados y para este efecto lo tienen arrendado al presente en 6.000 reales."
Se describe también que se han plantado viñas recientemente y que es una zona en la que los villalpandinos tienen fundadas esperanzas pues no se duda de que en poco tiempo su productividad aumentará considerablemente.
-Teso de las Vacas: No sabría ubicarlo con exactitud en la actualidad (¿Teso Polanco?), pero se dice que en él se ha efectuado un plantío de arbolado en virtud de decreto real de 1749. Sobre esta zona hubo pleito de Villalpando con los pueblos vecinos, tramitado en la Chancillería de Valladolid, venciendo Villalpando en dicho pleito. Para el caso de arrendarse, se establecería una renta de 4.000 reales. Calvo Lozano habla en su libro del Teso de las Vacas, en la página 208, y dice de él que está a 10 km de la ermita de san Babilés, en el monte que llaman de Valdecarros
- Bosque y dehesa al camino de Toro y Belver: Propiedad del duque de Frías que lo tiene arrendado (los pastos) por 7.700 reales. Por el carbón de encina que se sacaba de él, se obtenían 6.600 reales, de lo que tenemos que deducir que había una importante industria de este tipo.


- El Valle, "que goza al presente don Diego Cifuentes", si bien se dice que antiguamente fue un terreno comunal.

A la pregunta quinta (clases de tierra), nuestros antepasados se despacharon diciendo que las clases de tierra eran tres: buena, mediana e inferior.
En relación a las medidas usadas en Villalpando (pregunta novena), se relacionan una serie de ellas que transcribo indicando sus equivalencias, que también se expresan en el texto original:
1 cuarta=100 estadales
1 estadal=3 varas castellanas
1 fanega o yera=4 cuartas
1 fanega o yera=12 celemines
La extesión de nuestro término municipal se indica con sus lindes en la pregunta número 10 y se dice que sin contar los despoblados asciende a 15.000 fanegas de tierra o yeras. De las cuales, 5.600 son de primera calidad, 5.400 de segunda y las cuatro mil restantes de tercera. Respecto de las equivalencias de esta medida con las medias actuales, varían mucho de una región a otra. Así, en Andalucía, una fanega de tierra equivalía a 6640 metros cuadrados, más de media hectárea. En la provincia de Burgos, una fanega equivalía a 2.000 metros cuadrados (1Ha=5fanegas). En Madrid, una fanega equivalía a algo más de 3.000 metros cuadrados (1Ha=3,5 fanegas). En Castilla la Mancha, una fanega eran 5.000-6.000 metros cuadrados. Aquí, en Villalpando, yo conocí de niño la equivalencia de 3,5 yeras=1 Hectárea.
Producciones por yera de tierra:
- Las huertas: 240 reales al año, "con una ordinaria cultura", es decir, haciendo bien las cosas.
- Cercados y herreñales: 88 reales anuales
- Las tierras de primera calidad: producían haciendo barbecho 12 fanegas de cebada por yera, es decir, unos 1500 kg de cebada por hectárea, con barbecho y sin fertilizantes. En trigo, la producción era mucho menor: 4 fanegas por yera, es decir, unos seiscientos kg por hectarea.
- Viñedos: se plantaban 150 cepas por cuarta, produciendo cada cuarta 4 cántaras.
Respecto de los precios de estos productos (pregunta número 11), se dice que venían regulados por cinco años, y era el siguiente:
- La fanega de trigo: 11 reales.
- La fanega de cebada: 5,5 reales (la mitad que el trigo, claro, de cebada se producía el doble).
- La fanega de centeno: 8 reales.
- La cántara de vino joven: 3,5 reales
- Respecto de los garbanzos no se establece precio pues se dice que se cogen pocos y no todos los años y "estos consúmenles sus dueños".
La pregunta número quince cuenta como se pagaba el diezmo, impuesto especialmente destinado al sostenimiento del clero, pero del que también participaba el Rey o el Señor (en nuestro caso, el duque de Frías).
Dice el manuscrito: "... de los frutos que se cogen en esta relacionada villa, su término y despoblados se diezman de diez uno..." Es decir, que de diez partes, una (el 10% de cada cosecha) era lo que correspondía por este concepto.
Y este 10% se dividía de la siguiente forma: Se hacían tres partes, "... una lleva y percibe la Santa Iglesia de la ciudad de León, las otras dos el cura párroco de la parroquia donde es feligrés el diezmero"(el que pagaba el diezmo, generalmente un agricultor), "a excepción de que en las tres parroquias intituladas (denominadas) Santa María, Santiago y San Pedro, a sus párrocos se les descuenta lo que le corresponde al duque de Frías"y a otros beneficiados.
Se relata también (pregunta nº 17) que hay tres molinos harineros "sitos sobre el río Valderaduey":
- Misfeliz, "propiedad de los herederos de Andrés Trebiño y Francisco Casado quienes lo administran por medio de un criado (Manuel Asenjo) a quien pagan su soldada al respecto del pan que gana" Se le imputa un sueldo de 360 reales anuales. El molino muele 24 cargas de cereal al año.
- Otro molino en Villavicencio: También se administra con un criado molinero y muele una cantidad similar. El molinero de Villavicencio tiene el mismo sueldo que el de Misfeliz. Así no había envidias. Este molino, dice el Catastro de Ensenada, era propiedad de don Diego Conejo, cuyo apellido ("conejo") dio nombre a ese pago, relegando a un segundo plano el de "Villavicencio". Parece ser que tenía un escudo de piedra en el que aparecía representado el apellido de don Diego Conejo, su propietario. La representación no podía ser otra que un grupo de conejos. Me cuentan que dicho escudo estuvo en el molino de Vidal ("el de la luz") hasta que fue desmontado por haberse vendido a un hotel de Segovia hará unos 15-18 años. Lástima.
- Y el tercer molino, en Ribota: Con molinero ganando 360 reales anuales.
Bien. Como el tema da para seguir escribiendo un buen rato, para no cansar a los lectores voy a parar y dejaré para otro momento el resto de las respuestas que nuestros antepasados dieron hace más de 250 años al cuestionario del llamado Catastro de Ensenada. En un artículo posterior sacaré una segunda parte donde entraremos en cuestiones como la del número de habitantes que Villalpando tenía en 1752, cuáles eran los bienes del concejo, los privilegios del pueblo,las fiestas, lo que se gastaba en ellas, el presupuesto municipal y otros curiosos temas.
Por cierto, el personaje del retrato es el Marqués de la Ensenada; las dos fotos siguientes son una muestra de las páginas del manuscrito original, con cuyas fotocopias he trabajado. La última foto es una vista de Frías, en el norte de Burgos.


Varo.


jueves, 23 de octubre de 2008

Salvar nuestro Patrimonio

He aguardado un tiempo antes de atreverme a comentar los resultados de la encuesta que aparece aún visible en el margen derecho de este blog. No me ha parecido oportuno en plena vorágine veraniega salir con canciones reivindicativas que la fiebre sanroqueña habría acallado sin contemplaciones. Ahora que el pueblo ha recobrado la calma y esa normalidad que a menudo hastía, ahora, digo, que nos planteamos cómo pasar lo más entretenido posible el invierno que se avecina, me parece el momento más adecuado para volver a la carga con esta tarea ingrata de recordarle a mis paisanos que el patrimonio de Villalpando se cae. Y no es demagogia.
Se han venido sucediendo varias noticias en el Diario la Opinión referentes al progresivo deterioro de nuestro buque insignia, la puerta de san Andrés, como la que reproduzco en este artículo. Por lo que tengo leído, parece que hay un principio de acuerdo para proceder a su consolidación, que incluye una excavación arquológica.
Pero la puerta de san Andrés es sólo la punta del iceberg, la guinda que culmina el pastel, nuestra seña de identidad, nuestra tarjeta de presentación. Es muy difícil entender Villalpando sin la puerta de san Andrés, nuestra Puerta Villa. Pero no es lo único que hay.
Me preocupa más la falta de noticias. Me preocupa enormemente el hecho de que a Santa María la Antigua y al torreón de San Lorenzo, por ejemplo, la prensa no les dedique ni una sola línea. ¿Es que a nadie le interesan? ¿Es que no son también parte de Villalpando?
Ya he hablado hasta la saciedad de su valor histórico-artístico, de su lamentable estado de abandono e, incluso, entre todos, hemos barajado posibilidades para dar un uso civil a estas edificaciones que nos identifican como pueblo. Es una tarea dura y costosa en tiempos de crisis, lo sé. Pero no por ello debe olvidarse.
Villalpando, un pueblo que contó con un rico y variado patrimonio histórico-artístico perdió a lo largo del pasado siglo una buena parte de él. Lo que queda es poco, pero bueno, y tenemos la obligación de conservarlo. Unos cuantos miles de euros para "postear" la Puerta Villa no pueden hacernos mirar para otro lado mientras el resto se viene abajo.
Yo desde aquí pongo mi granito de arena y sugiero o, mejor dicho, ruego a nuestras autoridades municipales que pongan el suyo: Consideren ustedes la posibilidad de rehabilitar dignamente nuestro patrimonio. O al menos promoverlo.
Para ello tendrían todo mi apoyo y el de todos los que votaron como "necesaria y urgente" la rehabilitación de Santa María y el Torreón de san Lorenzo, que también existen, como Zamora y Teruel.

Varo.

jueves, 16 de octubre de 2008

Regreso a la villa romana de La Mambrilla

Hace algunos meses publiqué en el malogrado foro de la página web local "villalpandinos.com" mis conclusiones y algunos puntos de vista personales sobre la presencia de Roma en la tierra villalpandina. Temiendo que aquellas notas lleguen a perderse, he pensado que sería conveniente rescatarlas del olvido y volver a plasmar aquí esa pequeña parte de nuestra historia mediante el regreso, casi virtual, a la gran villa romana de Villalpando: La Mambrilla.
Efectivamente, aunque no fue el único asentemiento romano en nuestro término municipal, la Mambrilla es en mi opinión el más revelador de todos ellos, quizás porque es el que más he estudiado. La extensión original debió de ser 1000-1500 metros cuadrados, alzándose la edificación principal sobre el pequeño promontorio aún hoy perceptible, a la derecha del camino de Villalobos. Situándonos en dicho camino y mirando hacia el teso, la mayoría de los restos arqueológicos aparecen en la ladera de la derecha y parcelas adyacentes a ésta. Esto quiere decir que estaba orientada mirando hacia el río Valderaduey y muy próxima a la calzada que discurría paralela a dicho río. La ladera izquierda del teso sería la parte trasera del edificio y en esa zona sólo aparecen algunos trozos de tégulas (tejas) arrastrados por los aperos agrícolas. La mayor parte de los restos se encuentran diseminados sobre una zona rectangular, de extensión algo superior a una hectárea, casi paralela al camino de Villalobos. Su cenizal (o "basurero") se encontraba hacia el interior, es decir, en dirección al Prado municipal: Allí, en una pequeña zona, la tierra es más oscura, producto de las cenizas originadas por la quema durante varios siglos de los restos domésticos.
Datación: Acorde con la mayoría de los vestigios romanos en nuestra zona, la Mambrilla fue una villa bajo imperial porque así lo afirman todos los restos encontrados en ella:
- Trozos de cerámica de recipientes, de cocción pobre: abrasada por fuera y casi cruda por dentro, con muchas incrustaciones (impurezas). No obstante, un día, de caza por ese pago, encontré un buen trozo de cerámica con grabado de cruces paleocristianas alrededor de todo el reborde, como remate. !Eran cristianos! pensé por un momento. Y puede ser que lo fueran.






- Teselas de colores blanco, negro y rojo. Esto demuestra que la villa de la Mambrilla tenía mosaico, y si tenía mosaico es porque sus dueños eran personas acaudaladas. El mosaico era caro de realizar. Lo hacían múltiples artesanos libres (pocas veces eran esclavos) partiendo a mano las piedrecitas de otros trozos más grandes, luego puliéndolas y, por fin, fijándolas sobre una base previamente acondicionada. El proceso era muy laborioso y sólo se lo podían permitir los ricos terratenientes. Si a alguien le gustan esta cosas, que visite la villa de la Olmeda, cerca de Saldaña, en Palencia. A mí me encantó. Dejo aquí un link para que podais echarla un vistazo virtualmente: http://www.ociototal.com/recopila2/r_viajes/olmeda.html
- Escoria de fundición. Hay escorias de mineral de hierro a la entrada del promontorio.. Probablemente -casi sin duda- la villa tuviera una herrería para atender a las caballerías que labraban las tierras circundantes. Las villas agrícolas sobre todo y, en menor grado, las de recreo, pretendían ser autosuficientes. En aras de esa autosuficiencia se desarrollaban en ellas los más variados oficios.
- Conchas de almejas, vieiras y, sobre todo, de ostras. Su existencia no se debe a que estas tierras estuvieran bajo el nivel del mar en primitivas épocas geológicas, como afirma Calvo Lozano, sino a que en el bajo imperio existían múltiples mercaderes que comerciaban con pescados y moluscos (ostras, sobre todo) que traían marinados en "garum" (una salsa-conservante riquísima para el paladar romano) desde los puertos asturianos o gallegos aprovechando toda la infraestructura creada por Roma con sus famosas calzadas. Es una constante la aparición de conchas de ostras en los "cenizales" de todas las villas romanas del interior de la península, al menos en aquellas villas que sus dueños pudiesen pagar tan rico manjar. Los dueños de la Mambrilla eran de los que se lo podían permitir, lo que corrobora que fué una villa rica. Si a alguien le interesa saber algo más sobre todo esto, que eche un vistazo a la obra del sabio agrónomo hispano romano de Gades (Cádiz) llamado Columella. Por último, refutando las afirmaciones de d. Luis, diré que si las conchas de ostras fueran de la época en que el mar cubría estas tierras, dichas conchas serían fósiles. Sin embargo, las de la mambrilla no son fósiles, sino conchas normales y corrientes.
- Tégulas (tejas) bajo imperiales. Se distinguen de las alto imperiales en que éstas últimas suelen tener el reborde del lado mayor del rectángulo más afilado o pronunciado. Las bajo imperiales presentan un reborde más romo, como es el caso de las tégulas que aparecen en la Mambrilla. Para entender mejor cómo era un tejado romano echad un vistazo a este link: http://es.wikipedia.org/wiki/Antefija
- Piedras y sillares. Los que quedan en la cuneta de la villa probablemente sean de cimentación. Los que están en la curva, al lado de los árboles, tirados junto al camino, probablemente formaban parte de los muros. Y me atrevo a aventurar que algunas de las columnas de los soportales de la plaza están hechas a base de piedra de esta villa.
- Monedas. Las que se han encontrado allí son todas de bronce. Son "medios centionales" y "antoninianos" de los emperadores Constantino I el Grande (murió en el 337 d.C.), Juliano II el Apóstata (murió en el 363 d.C) y Galieno (murió en el 268 d.C). Es decir, todas ellas bajo imperiales, ni una sola moneda de época alto imperial. Hay que decir aquí que la numismática es una dato valioso que permite "fechar" los lugares. También permite demostrar la consistencia e importancia de los intercambios económicos de los lugares donde aparece numismática pues si las monedas encontradas son de fraccion diversa y escalonada (es decir, que no aparezcan sólo los equivalentes a nuestras piezas de 2, 5 ó 10 céntimos, sino que aparezcan también monedas de 1, 2 euros, y de 10, 20 y 50 euros, si existiesen) hay que interpretar que los intercambios comerciales que se hacían en el lugar eran muchos y de importancia. Ya he dicho que las monedas de la Mambrilla son "medios centionales" o "antoninianos", fracciones de poco valor. La moneda que aparece en este artículo fue encontrada allí. Es un medio centional de Constantino el Grande. Puede leerse DN CONS..... AUG, que significa Dominus Nostri Constantinus Augusto. Las manchas rojas han sido producidas por la acción del fertilizante empleado en la agricultura.

- Un sarcófago: Ya tenía yo noticias de que había aparecido un sarcófago hace años, pero en el Museo Provincial no está (yo no lo he visto). Me encantaría verlo porque probablemente no sea romano, sino visigodo, con lo que demostraríamos que la Mambrilla estuvo habitada después de la caida de Roma. Digo que el sarcófago probablemente sea visigodo porque la forma más habitual de efectuar las inhumaciones en época romana en esta zona nuestra no es en sarcófagos sino mediante la formación de nichos con tégulas como las que se usaban para los tejados. Si alguien lo quiere comprobar que eche un vistazo a la necrópolis de la villa del pago que llaman "de la Granja", en el camino que va desde Villamayor al teso San Mamés. La necrópolis está justo en el malecón del río, visible a simple vista y a merced de las crecidas del Valderaduey. Se ven un par de enterramientos hechos con tégula, tal como he explicado.


- Otros objetos: Como el mango de llave y el trozo de fíbula que ya aparecieron publicados en el museo virtual de este mismo blog y que ahora reproduzco aquí.






Concluyendo sobre la Villa de la Mambrilla, tenemos que afirmar que la misma es de época BAJO IMPERIAL, sin duda alguna. Y estas mismas conclusiones hay que extenderlas al resto de las villas romanas de la zona: la del pago que llaman "la Granja", la que posiblemente existiría en el teso San Mamés, la que está en el camino de Revellinos a las Lagunas (esta fué enorme, por cierto), otra que hubo en Cañizo y así todas, excepto una en Villanueva de los Caballeros que tiene toda la pinta de ser alto imperial.
La construcción de todas estas villas hay que encuadrarla en la situación de decadencia que vivía el imperio romano desde comienzos del siglo III d.C. En el bajo imperio se creó una nueva clase social, la de los POSESSORES. Los terratenientes acaudalados abandonan sus mansiones de la ciudad para ir a vivir al campo huyendo de la presión fiscal y de su contribución personal a los cargos públicos ya que ser elegido para ostentar una magistratura, al contrario de lo que ahora ocurre, le costaba al elegido un montón de dinero. Se construyen lujosas casas en sus tierras, cerca de las calzadas para poder dar salida a los excedentes agrícolas, viviendo allí tranquilos y en paz junto a su familia y esclavos. Sin duda, la Mambrilla fué construida por esta época, a mediados del s. III d.C, en los reinados de Alejandro Severo, Gordiano o Filipo.




Nos queda la duda de saber si la misma contó con hipocausto, es decir, con calefacción. El sistema de calefacción romano se ha estado usando casi hasta nuestros días. ¿Quién no ha oído hablar de aquellas "glorias" que tenían las casonas de pueblo? Básicamente (muy básicamente) el hipocausto romano era como las glorias de las casas antiguas de pueblo.



Para aquellos que quieran ver cómo era el aspecto de una villa romana, les dejo este interesantísimo link relativo a la villa de Carranque, en la provincia de Toledo. http://www.balawat.com/archcrque/pcavil.htm Estuve en ella hace un par de años y me impresionó. Nuestra Mambrilla fue bastante más humilde que la de Carranque, pero echar un vistazo a esta página puede ser muy ilustrativo.
Varo.

lunes, 4 de agosto de 2008

Los orígenes medievales de Villalpando

No sé hasta qué punto puede ser interesante -o contraproducente- que tú y yo, Agapito, nos enzarcemos aquí en cuestiones como la de si Villalpando fue amurallado en el siglo X -como tú dices- o si lo fue en el XII -como sostengo yo. Creo que ésta es una cuestión de la que ya hemos hablado en estos foros y podemos llegar a aburrir a la gente. Además, dada la angustiosa escasez de documentos que se refieran a ello, al final sólo podemos acabar haciendo interpretaciones y ya se sabe qué pasa cuando hacemos interpretaciones: que a veces nos equivocamos. Yo nunca he querido sentar en mis articulos del blog o de este foro la cátedra que no tengo, pero siempre he procurado documentarme lo suficiente y criticar únicamente cuando estoy verdaderamente convencido de algo.
Sea, pues, ésta, mi última intervención en defensa de la tesis del siglo XII como la fecha del primer recinto amurallado. Y trataré de enlazar esta cuestión con los orígenes medievales de Villalpando, que es un tema mucho más interesante.

En primer lugar: La toponimia. El significado de "pando"

La palabra "pando" no es una palabra visigótica o germánica, como dices en tu artículo. Pando es una palabra del más puro latín clásico (Ovidio, poeta romano del siglo I a.C., en su obra "Metamorfosis" utiliza el adjetivo PANDUS-panda-pandum al hablar del mito de Pigmalión. Me consta que Ovidio utilizaba este adjetivo porque me cayó en una traducción de examen en el latín de COU). Y además, eso, es un adjetivo, no es un sustantivo. Por tanto, pando, en su significado originario, no significa "llanura" sino, curvo, curvado, encorvado. Todavía conservo mi diccionario de latín-español, el Spes, el que todos los alumnos utilizábamos. Y acabo de comprobarlo, por si la memoria me fallaba desde aquel examen final de COU. Lo que ocurre es que este adjetivo entró en el castellano de dos formas: Como adjetivo, en su forma originaria clásica, significando "arqueado, curvo". Y como sustantivo, en su acepción de mal latín vulgar altomedieval, significando "terreno ondulado entre dos montañas o cerros". Parece que este segundo significado se acuñó en Asturias en los primeros años de la reconquista, cuando ya ningún hispano-godo recordaba la lengua germánica. En Asturias y en toda la cordillera cantábrica hay un montón de topónimos parecidos: El Pandiello, la Panda, por ejemplo. Ambos significados pueden comprobarse en los dos diccionarios que yo he consultado: el espasa-calpe (edicción del 2005) y el de la RAE.
Creo que el topónimo "pando", en su significado de terreno curvado u ondulado (por tanto, no exactamente "llanura") entre dos montañas -o cordilleras (la Cantábrica y el Sistema Central)- es el que más puede cuadrar como idóneo para el posible origen toponímico de la palabra "Villa-al-pando" si nos fijamos como es toda esta zona tan llena de pequeñas cuestas, tesos, navas (hondonadas amplias sin agua), bodones (hondonada con agua), oteros (cima plana)... palabras todas éstas que tienen un significado topográfico preciso y que también están presentes en el nombre de pueblos y lugares cercanos.
Con todo este rollo lo que quiero indicar es que no se puede justificar con la toponimia la existencia de Villalpando en la época visigoda, como tú haces. Al menos no sólo con la toponimia. Pues ni la palabra "pando" es germánica (visigoda) ni en ningún sitio consta ni ningún historiador ha aventurado a decir que los godos llamaran a nuestro pueblo así.
Correctísimo que los godos se asentaron por esta zona: La "Terra Campi Gothorum", lo que después se llamó "Tierra de Campos". Se asentaron, incluso, antes de que cayera el Imperio Romano de Occidente pues lo hicieron como aliados de Roma ya que Valia, su rey, firmó en el 418 un pacto de federeación (foedus) con Roma pudiendo asentarse libremente en los territorios que entonces les fueron asignados: el sur de la Galia. La llegada de los godos a España vino dada por otras circunstancias. Llegaron en su condición de aliados de Roma para repeler las hordas de otros grupos germanánicos que desde que cruzaran la frontera del Danubio venían asolando y saqueando cuanto pillaban a su paso; se trata de los vándalos hasdingos, vándalos silingos, suevos y alanos (estos últimos, originarios del mar Caspio, no eran propiamente germánicos sino asiáticos), que llegaron a Hispania en el 409. El asentamiento de los godos en la Tierra de Campos viene dado como consecuencia, precisamente, del asentamiento de esos invasores germánicos a que me he referido en suelo hispano. Concretamente, como consecuencia del asentamiento de los suevos en el extremo occidental de la península ibérica: Galicia, gran parte de la Provincias de León y Zamora y norte de Portugal. Los visigodos -un buen número de ellos- se instalan aquí, en nuestra zona, haciendo de tapón frente a las incursiones suevas en las provincias del Imperio romano que ya se venía tambaleando desde la muerte de Teodosio el Grande (año 395). Hay que aclarar que los suevos también fueron federados romanos, pero en cuanto se asentaron en la Gallaecia rompieron el pacto con Roma.
En esa época, la Hispania Romana contaba con 5 millones de habitantes, descendiendo a los 4,5 millones en los años que godos y suevos se parten la cara unos a otros: son los años centrales del siglo V. Los visigodos que llegaron fueron unos 250.000 y los suevos unos 40.000. Pero no todos los que llegaron (godos y suevos) eran combatientes.
Además de asentarse en Tierra de Campos, la mayoría de los godos se dirigen hacia el Sur de Hispania para presionar a vándalos y alanos.
El que fuera mi profesor y catedrático de la Universidad de Valladolid, don José Luis de los Mozos -a quien debo los mejores ratos que pasé en las aulas de la facultad-, decía que los godos que llegaron a Tierra de Campos serían no mas de 30.000, sin olvidar que se llamó Terra Campi Gothorum a una vasta zona que comprendía desde el este de la provincia de Burgos hasta el oeste de la de Zamora. En tan amplio territorio y ante una superioridad numérica abrumadora de la población hispano romana, los godos -que ya venían romanizados cuando llegaron a Hispania- son una oligarquía que detenta y ejerce el control militar y a veces también el administrativo (el económico, no). Al venir como aliados de Roma su asentamiento (por lo general, no siempre) se produce de forma pacífica -en los primeros momentos- instalándose en aquellos nucleos de población que ya existían. En principio, este pueblo que llevaba errando siglos y siglos desde el mar Negro hasta Hispania, no era amante de fundar ciudades, preferían vivir con todas las comodidades en las urbanizadas ciudades romanas que conquistaban. Además, es una constante histórica: la ley del mínimo esfuerzo: reutilizar lo que ya está construido. Así ocurrió, por ejemplo en la ciudad de Zamora, que fue conocida por los godos como "Semure", tal como aparece en dos trientes (monedas de oro) de Sisebuto. Los árabes, posteriormente, la llamarían Azemur o Semurah.
Todo esto viene a cuento de que en el hipotético caso de instalarse los visigodos en Villalpando es precisamente por que éste (Villalpando) ya existía. ¿Pero cómo era ese Villalpando al que llegan los visigodos?¿Existía en realidad un nucleo urbano romano en nuestro pueblo?
Si vamos de acuerdo -aunque nos pese- en la inexistencia de una gran civitas romana (Intercatia) en el solar del actual Villalpando -que es lo más probable ante la ausencia absoluta de restos arqueológicos vacceos y romanos alto imperiales- tenemos que concluir que cuando llegan los visigodos a nuestra tierra el panorama que se encuentran no es más que el de una serie de villas romanas (la de la Mambrilla, por ejemplo) y, como mucho, un pequeño caserío habitado por campesinos y algún artesano, que se ubicaría en lo que después sería el primer recinto amurallado. No se trataría de una "civitas", sino de un "vicus" (aldea, lugar, quinta, alquería) de menor importancia a nivel económico, jurídico y social, como lo demuestra el hecho de que cualquier vestigio romano bajo el casco de Villalpando es, sencillamente, nulo (a pesar de lo que diga don Luis Calvo Lozano, a quien es mejor no seguir en esta parte de la Historia Antigua de Villalpando, con todos mis respetos). Podemos pensar que, de haber existido tal población romana, las técnicas construcctivas del Vicus-Villalpando serían muy parecidas a las usadas por nuestros abuelos: tierra, adobe y tapial, por eso desaparecerían sin dejar rastro. Pero el caso es que tampoco se encuentran cerámicas, estelas funerarias ni cimentaciones de esa época, a no ser fuera del casco urbano, en las villas romanas.
Pero además, tenemos que añadir otro problema: el descenso de población que se produce en Hispania durante esos años de guerras entre romanos y germanos y también entre los propios germanos. Del año 400 al 500 la población hispana desciende de 5 a 4 millones de habitantes (tocaríamos fondo en el año 700, con 3,5 millones). El descenso poblacional, además de por las guerras y sus consecuencias, viene dado por las pestes -documentadas- que asolaron la península Ibérica (a nuestra zona también). A finales del siglo VI llegan a España una serie de epidemias que diezman la población. La peste bubónica en el 542, en el 588, y entre el 687 y el 702. .
Pues menudo panorama: Si el Vicus-Alpando, pequeñito (¿150 habitantes?), resultó infectado con una peste de aquellas... imagínate lo que pudo quedar de él en poco tiempo (ahora sí estoy interpretando, pero no voy desencaminado). Y todo eso sin contar el daño que hicieron suevos y vándalos hasdingos cuando pasaron por estas tierras camino de Gallaecia (Galicia) y Norte de Portugal (se sabe que utilizaron las calzadas romanas, al igual que el ejército godo en su camino hacía Astorga, cerca de la cual derrotaron a los Suevos en la batalla del Río Orbigo).
Sin embargo, sí hay otros asentamientos visigodos constatados y ducumentados por nuestra zona: Villafáfila, donde apareció un tesorillo "menor" de tres cruces laminadas y aún pueden encontrarse vestigios visigodos en la zona del cementerio. Pero en Villalpando, en su casco urbano, nada de nada. He matizado diciendo "en el casco urbano" porque fuera de éste, en San Mamés y en las villas romanas de la Mambrilla y la Granja si que es muy problable que hubiera población durante los siguientes años de la dominación visigoda. También en Villanueva de los Caballeros, en una zona del otro lado del Sequillo. Digo que es muy probable pues aparecen restos tardo romanos que podrían datarse en aquella época, aunque eso es algo que debería hacer un experto.

En segundo lugar: La llegada de los Musulmanes a estas tierras.

Me enseñaron que tras el desembarco del 711 los musulmanes tardaron no más de 4 años en conquistar la práctica totalidad del territorio peninsular (excepción del núcleo asturiano). Es realmente sorprendente que un ferreo estado tan militarizado como el visigodo se esfumara en tan poco tiempo. Por aquí debieron llegar dos o tres años más tarde, por el 713 ó 714. Por entonces, ya he dicho, que la población hispano-goda había descendido a 3,5 millones de habitantes, lo que supone una densidad de población media en Hispania de menos de 7 habitantes por Km2, pero la realidad es que la población no se encuentra homogéneamente distrubuída en el territorio peninsular pues al poco de producirse la invasión árabe tiene lugar una progresiva despoblación de la meseta norte: muchos de sus habitantes (muchos, no todos) buscan refugio en las montañas del Norte. Se ha calculado en 500.000 los habitantes que poblaron las montañas cantábricas en los años centrales del siglo VIII, lo cual era una superpoblación enorme que el territorio asturiano no podía sostener por la falta de recursos, de ahí que los primeros años de la reconquista tengan una finalidad repobladora (aunque muy tímida). ¿Cuál es el número de musulmanes que llegan en el 711? Se sabe que hasta el año 756 no más de 60.000. De hecho, en la batalla de Guadalete el ejército musulman contaba con no más de 35.000 hombres frente a los 17.000-20.000 del ejercito godo, descontados los traidores partidarios de Witiza que se retiraron del campo de batalla dejando los flancos del ejército de Rodrigo completamente desprotegidos.
¿Qué encontraron los árabes cuando llegaron a nuestra tierra? ¿Se asentaron aquí?.
Bien, esta es una cuestión que también hay que interpretarla pues si la arqueología dice muy poco respecto a la época alto imperial romana (desde el II a.C. hasta el III d.C.), en lo que atañe al posible asentamiento árabe en nuestra zona la arqueología no es que diga poco, es que es completamente muda. Luego me referiré a la toponimia árabe de esta zona.
Hay que tener muy en cuenta cómo se repartieron las tierras tras la conquista de la península ibérica. En esa conquista de Hispania por los árabes participaron muchos grupos étnicos recién convertidos al islam: sirios, árabes, egipcios y bereberes. A los dos primeros grupos pertenecían los oligarcas, los mandamases, los hijos de buena familia... Y esos se quedaron con las zonas más ricas y romanizadas de Hispania, donde estaban las mejores ciudades: Andalucía, Levante, Extremadura... vaya, que se llevaron el pastel más dulce. A los bereberes, recientemente islamizados, les tocó esta zona. Los bereberes son aún hoy un pueblo nómada y es de suponer que durante aquellos primeros años del siglo VIII también nomadearan por nuestros pagos con sus ganados, combinando esta actividad con la rapiña de los mermados nucleos de población autóctona que quedaran por aquí, lo que aumentaría aún más la despoblación de los mismos.
La palabra "nómada" se contrapone a "sedentario". Quiere esto decir que no podemos esperar la fundación de ciudades por parte de aquellos bereberes. Y tampoco era su estilo de vida quedarse a vivir en aquellas que conquistaron en su camino hacia el Norte. Si a esto le añadimos que el tercero de los reyes asturianos: Alfonso I, comenzó muy pronto (en el 739, apenas 28 años después de la batalla de Guadalete) su política de "tierra quemada" en la zona que va desde el Duero a las montañas de León, asolando toda esta zona e impidiendo el asentamiento de colonos árabes, tenemos que concluir que apenas hubo tiempo en la historia de nuestra tierra para que se produjese una islamización del área de Villalpando. Aquellos bereberes se dirigieron de nuevo haciea el Sur abandonando esta "Tierra de Nadie", insegura y desertizada casi por completo, como es opinión de Sánchez Albornoz, Menéndez Pidal y otros autores cuya teoría del "Yermo Estratégico" viene siendo rehabilitada por los historiadores modernos.
Y entonces ¿Cómo se explican la variedad de topónimos árabes que hay por toda nuestra zona? Por ejemplo: Alafes, Amaldos, Amalillos, Toldanos (al-Dana), regato Matamoros y otros.
Creo que la inmensa mayoría de ellos tienen una explicación muy sencilla: Son de origen Mozárabe.
Los bereberes que pastorearon estos campos ni siquiera hablaban árabe. Hablaban su propia lengua, al igual que la hablan ahora. El que haya estado en Marruecos lo habrá comprobado. Sin embargo, los Mozárabes (cristianos que vivían en el Sur de España entre árabes) sí conocían el idioma y los dialectos árabes. Cuando en 1126 los almorávides comienzan la persecución de los mozárabes por el hecho de no ser mahometanos, aquéllos huyen en masa de las tierras del sur y buscan refugio en los reinos del Norte. Los reyes cristianos favorecen su asentamiento, precisamente, en estas tierras que todavía por entonces contaban con una densidad de población muy baja. Y los mozárabes se traen su cultura, su estilo de vida, su arquitectura y también su lengua, que seguirán utilizando. Según Sola-Solé, la lengua mozárabe es una mezcla de 40% de términos orientales y 60% de vocables romances y de estas palabras orientales, la mayoría son sustantivos y los verbos son mucho menos frecuentes.
Unos ejemplos de palabras españolas modernas derivadas del árabe por vía de los mozárabes:

Español -----> Árabe
algodón ------> al qoton
alfombra -----> al khumra
alcoba -------> al qubbah
aldea --------> al day ah
alcalde ------> al qadi
albóndiga ----> al bunduqa

Por tanto, la repoblación del area villalpandina (como otras muchas áreas de León y Castilla), realizada con gran cantidad de familias mozárabes fue lo que "islamizó" (entre comillas) nuestra zona: los arcos de herradura de la iglesia de San Cebrián de Mazote no són de la conquista árabe, sino de la repoblación mozárabe.
Otro dato a tener en cuenta es "la imaginación popular". Efectivamente, en la imaginación popular y en la conciencia colectiva de las gentes de nuestra zona han pesado mucho los 700 años que duró la reconquista. Y así, después de hablar con tantos agricultores, pastores, cazadores que conocen el campo, cada vez que se refieren a restos arqueológicos en algún pago o en alguna de sus parcelas siempre acaban diciendo "esas ruinas son de los moros". Todo se les atribuye a los moros, aunque se trate de restos romanos o medievales. En este sentido, pondré un ejemplo, (de fuera de aquí, para no herir a nadie): en la carretera de Zamora, a la derecha según vas, frente al cruce de Molacillos y perteneciente al término de Torres del Carrizal se alza el "Teso de la Mora". En esos pueblos se dice que allí hubo un castillo moro. Nada más lejos de la realidad. Lo que allí hay son los restos de una "hivernácula" o campamento romano de invierno, habitado durante la época de las guerras cántabras, allá por el siglo I a.C. Podría poner cientos de ejemplos, pero ya me estoy extendiendo demasiado.
Por todo ello, vuelvo a decir que cuidadín con la toponimia. No cuadran como de los primeros años del siglo VIII los topónimos árabes de nuestra tierra, ni creo que fueran traidos por los conquistadores que se asentaran aquí. Más bien creo que se trate de topónimos de origen mozárabe traidos bastantes años después.
Además son topónimos muy relacionados con el mundo agrícola, siendo la agricultura algo marginal en el mundo bereber.
El que quiera saber más de esto puede leer el trabajo de Waldo Merino Rubio titulado "Toponimia Mozárabe en la repoblación del Reino Leonés".

En tercer lugar: La Repoblación.

Villalpando no puede ser considerado como objetivo de un movimiento repoblador propio y aislado sino que la repoblación de nuestro pueblo ha de estudiarse dentro de los movimientos repobladores generales que los reyes impulsaron. Si digo esto es porque fechar nuestro primer recinto amurallado en el siglo X es hacer de Villalpando una "rara avis" dentro del movimiento repoblador gerneral.
De una forma o de otra, el amurallamiento de Villalpando supone el empujón definitivo para que nuestro pueblo se consolide y despegue como entidad urbana.
La repoblación en el área leonesa y castellana se realizó hasta el siglo X de tres formas:
- Por concesión del Rey a aquellos nobles que le habían prestado servicios militares
- Mediante la intervención eclesiástica, a través de la construcción de monasterios alrededor de los cuales se desarrollaban aldeas en su zona de influencia
- Por la ocupación directa de pequeños agricultores que se acogían al "derecho de presura". Es decir, que pasaban a ser dueños de aquellas tierras que podían cultivar y que no pertenecían a nadie (En nuestro derecho, la "ocupatio" es una forma aún de adquirir la propiedad de las "res nullius"-cosas de nadie-).
En los siglos IX y X, época en la que los reinos cristianos son infinitamente más débiles que el emirato independiente y posterior califato de Córdoba, la repoblación se limita a las siguientes zonas (según dicen los libros, no yo):
- En la zona castellana, se repuebla la montaña palentina, comarca de Campoo y la mitad norte de la provincia de Burgos. La ciudad de Burgos no se funda hasta el año 890 como un enclave fortificado a orillas del Arlanzón para frenar el avance sarraceno; su fundador fue un conde asturiano: Diego Rodríguez Porcelos, por encargo de Alfonso III el Magno. También de esta época es la fundación de Brañosera (Brannia Osaria), un pueblecito de la montaña palentina que tiene el honor de ser el primer municipio de España. Su carta puebla es del año 824, en el reinado de Alfonso II el casto. El Conde Munio Núñez otorgó fuero a las CINCO familias que se asentaron aquí. Al ser su fuero tan antiguo (del tipo "fuero breve", en contraposición a los "extensos" posteriores) ha habido muchos historiadores que le han dedicado estudio. Por eso sabemos que fueron cinco familias "foramontanas" procedentes, con seguridad, de los Picos de Europa. Brañosera, no fue rodeada de muralla. Muy pocos de los nuevos nucleos de población se amurallaban.
- En la zona leonesa: Tratan los reyes leoneses de fijar la frontera en la linea del Duero, para lo cual, en algunos casos, impulsan el crecimiento de viejas ciudades que ya existían en tiempos anteriores y que se cree nunca llegaron a desaparecer del todo. Es el caso de la ciudad de Zamora, por ejemplo, que ya se cita en las actas del Concilio de Lugo (año 569) y aparece en las monedas del rey godo Sisebuto al que ya he hecho referencia (Sisebuto murió en el 621) Parece ser que fue el rey Alfonso III el Magno quien construyó la primera cerca zamorana a finales del IX o principios del X. También es el caso de Toro, cuya primera cerca mandó construirla don García, hijo de Alfonso III el Magno, por encargo de éste. Son, pues, ambas murallas (la de Toro y Zamora) de época muy próxima. Naturalmete, que estas cercas (primer recinto de Toro y Zamora) englobaron un pequeño nucleo de población que ya existía en el momento de la construcción de la muralla. Parecido es el caso de Tordesillas, que en su origen fue un alto escarpe fortificado por el mismo García al que me he referido antes, hijo mayor de Alfonso III. Y a éste se debe también la fundación de ciudades o villas fortificadas como Simancas y Dueñas. Mención especial merece Portillo, en la provincia de Valladolid, unos cuantos kilómetros al sur del Duero, al que ya se refieren las crónicas árabes de principios del siglo X, que sería una especie de avanzadilla del otro lado de la frontera natural (el Duero). Portillo fue tomado por el ejército árabe en los prolegómenos de la batalla de Simancas (939)
Si bien existe un tímido impulso repoblador durante el reinado de Alfonso III, todos los esfuerzos van encaminados a consolidar esa frontera natural del Duero. En el interior, donde se encuentra Villalpando, la repoblación no fue una "repoblación de frontera", dirigida personalmente por el Rey, como es el caso de todos los pueblos y ciudades que acabo de citar, en los que necesariamente se construía castillo y cerca, pues la finalidad y la razón de ser de tales ciudades así lo requería. En nuestra zona, la repoblación del siglo X se efectuó por monasterios (como el de Sahagún o el primer monasterio de Moreruela, sobre el que después se erigió el que conocemos). También se efectuó esa repoblación por familias de campesinos que ejercían el derecho de presura.
Seguramente fuera este el caso de Villalpando, del que hay constancia documental desde el año 998. El Historiador José María Mínguez Fernández afirma que Villalpando, a partir de esa fecha se consolida como "un centro de poder judicial". Lo cual no quiere decir que para ejercer esa función judicial nuestro pueblo necesitara una muralla. Ni siquiera un castillo. En aquella época la justicia se impartía en nombre del Rey por los abades de los monasterios y los nobles. Además, hablar de una "función jurisdiccional" propiamente dicha en aquella época es algo muy arriesgado. Este dato, no obstante, confirma la existencia indudable de Villalpando a finales del siglo X. Pero nada más, que no es poco. Incluso en los documentos posteriores del siglo XI que citan a Villalpando en absoluto se refieren a él por su carácter militar o por su carácter de estratégico (carácter que no tenía) sino que aparece como objeto de donaciones, herencias y compensaciones económicas, como si se tratase de una finca particular.
Además, no creo que la cerca villalpandina, de haber existido, hubiese resistido las campañas de Almanzor. Si no resistió Zamora ("la bien cercada"), ni Pamplona, ni Barcelona, ni Santiago... ¿iba a resistir nuestra cerca al ejército de Almanzor?
¿Se reconstruyó tras Almanzor esa primera cerca villalpandina? ¿Dónde están las evidencias de esa destrucción y posterior reconstrucción? En ningún sitio porque la cerca en tiempo de Almanzor no existía.
Gómez Moreno dice que a comienzos del siglo XII nuestro pueblo contaba ya con algún monasterio y el salmantino José Luis Martín Rodríguez -catedrático de historia en Barcelona, Salamanca, la Complutense y la UNED- afirma que a mediados de ese siglo XII Villalpando "era cabeza de un territorio en torno al Valderaduey cuyo poder político es ostentado por un delegado real", lo que confirma el carácter de Villalpando como "tierra de realengo", conforme ya tengo dicho en otros artículos. En esta misma linea se pronuncia el historiador Martínez Sopena.
Tenemos certeza documentada de la presencia de "Tenentes" desde el año 1155. Los "Tenentes" eran "lugartenientes" del Rey en su función jurisdiccional.
Precisamente en ese mismo año (1155), poco antes de morir Alfonso VII el Emperador se fija la frontera entre León y Castilla. El hecho de que la frontera con Castilla fuera fijada justamente en nuestro término municipal, unido a la circunstancia del progreso económico y poblacional de nuestra villa fue lo que evidenció la necesidad de construcción de una cerca y un castillo, necesidad que hasta esa fecha no había existido. Y por supuesto, recalcar que ese progreso del que hablamos es el resultado de muchos años de paulatino asentamiento.
Al abrigo de esa cerca llega la Orden del Templo en torno al año 1170. Y parece, también, según se deduce de los textos y de la opinión de los autores -incluido Calvo Lozano- que el castillo que aquí se levantaba, anterior al que todos conocemos, fue de estilo gótico-mudéjar. De haberse construido antes, las fuentes y los historiadores del arte hablarían de un castillo románico.
Dentro de nuestra zona, diremos que a partir del 1157 comienza la fortificación de muchos lugares próximos: Castroverde, Tordehumos, Benavente, Urueña, castillo de Cotanes... Se tratra de una linea defensiva fortificada tanto de lado leonés como de lado castellano al que ya me he referido en mi artículo "Los años de Frontera". En ese movimiento generalizado de fortificación debido a las guerras fronterizas es en el que hay que encuadrar la fortificación de Villalpando.
Bien. Habría mucho más que decir e investigar sobre los orígenes medievales de nuestro pueblo, pero seguir hablando de ello ya sería para ponerle al lector una medalla. Si alguno ha llegado hasta aquí y no se ha dormido, lo felicito. Sinceramente.


Varo.

viernes, 1 de agosto de 2008

El cubo artillero del Palacio de los Condestables



De lo poco que queda del Castillo de los Condestables merece la pena detenerse unos minutos en el impresionante cubo artillero que aún queda en pie.
Ya sabemos que el actual Palacio se construyó hacia el año 1527 sobre las ruinas de otro castillo medieval, de la época de Fernando II de León (año 1170) que fue pasto de las llamas, afirmación que comparten muchos de los que saben de estas cosas, como el profesor José Avelino Gutiérrez González -a quien ya me he referido en otros artículos-, además de nuestro paisano D. Luis Calvo Lozano. Se les atribuye a los Comuneros de Castilla la causa del incendio que terminó con ese primer castillo de estilo gótico-mudéjar en 1521. Sobre las ruinas de éste, el condestable Don Iñigo I, con el favor del emperador Carlos V por su lealtad a la causa realista, levantó en 1527 el palacio que hoy conocemos, aunque muy pocos años después, tras llegar a España el genio de la arquitectura militar Micer Benedito (conocido también como Benedito de Rávena) el palacio fue mejorado significativamente siguiendo el proyecto que confeccionara dicho arquitecto.

Cuando se habla de arquitectura militar, hay que hacer hincapié en el profundo cambio de mentalidad que produjo la generalización de las armas de fuego, generalización que se había producido muy pocos años antes, con los Reyes Católicos. Si hasta entonces las fortificaciones medievales se dotaban de altas torres y muros, a partir de esa época, justamente en los años que se reconstruye el Palacio de los Condestables tras el referido incendio, las técnicas defensivas cambian radicalmente recortando considerablemente la altura de torres y murallas, reforzándose el grosor de ambas y dotándolas de pesadas piezas de artillería que se subían por medio de cabrias (una especie de grúas). Al bajar la altura de torres y murallas, éstas ofrecían menos blanco a la artillería enemiga y mayor estabilidad y durabilidad frente a los impactos. Pero la gran revolución en el arte de fortificar vino con la aparición del baluarte: una estructura arquitectónica que sustituía a la torre medieval en su labor de flanqueo de los muros. En su planta -generalmente pentagonal- y alzado -de pocos metros de altura- predominaban las líneas rectas, que desviaban mejor la trayectoria tensa de los proyectiles enemigos. Se dudó al principio entre la planta circular y la planta poligonal. De hecho, en este periodo al que nos referimos (años 1520-1580) muchos ingenieros y arquitectos militares (por ejemplo Girolamo Maggy y Giacomo Fusto Castriotto) defendieron las excelencias de la planta circular, como ocurre con nuestro Cubo del Palacio.

Efectivamente, el cubo tiene en su base un perímetro muy cercano a los 47 metros. Lo sé porque lo he medido con una cinta métrica. Su altura pensé calcularla por trigonometría, mediante el sistema de triángulos semejantes, pero al llegar al lugar me di cuenta de que las condiciones del terreno no lo permiten. Por ello dejaremos por el momento en suspenso este importante dato de la altura, aunque espero contar con la ayuda de Pablo Román, que de esto sabe más que yo y además supongo que dispondrá de otra clase de medios más modernos.

Lo que no cabe duda alguna es que el cubo estaba almenado -dotado de un coronamiento dentado- y entre almena y almena, en ese hueco que queda, se situaría un cañón o una "culebrina", más ligera que los cañones propiamente dichos. Partiendo de los 47 metros aproximados de perímetro he levantado la planta de la torre a escala 1:100. Su radio es de 7,50 metros aproximadamente. Sus paredes tienen un grosor de entre 2,5 y 3 metros (dato que tendría que afinar si alguien me ayuda a medir) construidas a base de sillarejo y rematadas con buen sillar, Contaba con dos ventanas que proporcionaban luz a dos de sus tres pisos: los huecos de las rejas de dichas ventanas se ven a simple vista. Entre ambas ventanas, en el piso intermedio, posee una tronera más que estuvo ocupada por un cañón. La luz se obtiene en este piso por una ventana que mira al interior del Palacio. El hueco de abajo daba salida al foso, aunque no era una puerta sino un acceso al agua. Como ya no queda ningún resto visible de las almenas, las dimensiones de éstas las he calculado de forma que el el hueco que queda entre almena y almena sea lo suficientemente amplio para que un cañón de la época pueda maniobrar y cubrir una amplia zona. Así pues, he tomado un metro como la distancia que separa una almena de otra en la circunferencia interior que se forma al colocar el almenado sobre el muro circular. Con esta distancia y con la escala indicada calculo que serían entre seis y ocho los cañones emplazados. En el plano he dibujado seis huecos (troneras) para seis cañones, uno de los cuales he representado también a escala. El acceso tendría lugar por una escalera interior. Todo ello puede verse en el plano que aparece en este artículo, que no pretende ser un plano exacto pero sí creo que es muy aproximado.

La ubicación de este cubo-baluarte es muy correcta para el fin que fue diseñado: flanquear los muros y proteger la cercana Puerta de San Miguel la cual, seguramente, también llegó a contar con alguna pieza de artillería. No es afirmación gratuita pues las otras puertas que quedan (Santiago y San Andrés) tienen varias troneras abiertas que prueban que las puertas de la villa estaban artilladas.

Respecto a qué tipo de artillería sostuvo el Cubo del Palacio, me inclino a pensar en ligeras piezas de bronce fundido del género culebrina, de calibre reducido y gran longitud de tubo -para aprovechas mejor la fuerza de los gases producidos por la combustión de la pólvora-, que constituyen la pieza característica del siglo XVI. La clasificación de las piezas de este género es difícil de hacer, pues cada fabricante daba las longitudes y espesores a su antojo, resultando que bajo una misma denominación existían piezas de diferentes pesos, y lo que era peor, de distinto calibre. Ajustándonos a documentos de la época, denominamos culebrina a la pieza que cargaba bala de 16 a 30 libras (7,5 a 14 Kgs.) y de calibres menores eran la media culebrina y el sacre o cuarto de culebrina. El peso de estas piezas era muy variable, en el Museo del Ejército de Madrid existen sacres cuyo peso es de 1.000 Kgs. y la magnífica culebrina Nta. Sra. de Guadalupe, cuyo peso es de 5.888 Kg y cargaba bala de a 24 libras (11,8 Kgs.). El alcance máximo de las culebrinas era de 4.500 m, pero eficaz de unos 400; 300 m para la media culebrina y 250 para el sacre, a partir de estas distancias no tenía la bala suficiente velocidad ni precisión, según afirma el Coronel de Artillería Don Antonio de Sousa y Francisco, de quien he tomado estos datos. A principios del siglo XVII empezaron a desaparecer, o por lo menos a no fundirse las piezas del género culebrina, aunque muchas de ellas quedaron en las dotaciones de las plazas fuertes hasta mucho tiempo después. Varias piezas de este género que se exponen en la Planta de Artillería del Museo del Ejército, curiosamente fueron capturadas a los moros en la Campaña de Africa de 1859-60, es decir, estuvieron en servicio más de 200 años. He añadido también la foto de una culebrina para mejor comprensión.

Varo.

martes, 8 de julio de 2008

Los años de frontera.

En mi opinión, una de las épocas más interesantes en la historia de nuestro pueblo es aquella en la que Villalpando se ubicaba en plena linea de frontera. Pero ¿de qué frontera hablamos? Hablamos de la frontera entre entre el viejo reino de León y el emergente y pujante reino de Castilla, siglos XII y XIII, en plena época medieval.


Efectivamente, Villalpando constituyó uno de los últimos baluartes del reino de León en esa época convulsa y agitada, de continuas agresiones mutuas entre ambos reinos cuya patente enemistad era azuzada por poderosas familias castellanas (los Lara) y por buena parte de la nobleza leonesa.


Muchas veces he llegado a decir, casi más como opinión que como afirmación categórica, que el origen del Villalpando que nosotros conocemos está aquí, en esta época de conflicto vecinal con Castilla. Intentaré justificar esta afirmación a lo largo del artículo.


Pero hay que empezar por el principio, por el origen del problema, y remontarnos al reinado de Alfonso VII de León, conocido como "El Emperador" (1111-1157). Increíblemente hábil, Alfonso VII consiguió reunir bajo su corona los reinos de León, Castilla y Galicia. Pero además de eso, todos los demás reinos cristianos peninsulares: Aragón -ya unido con Cataluña- y Navarra, así como otros territorios del Norte de los Pirineos (Tolosa, Gascuña y Provenza) e incluso algún príncipe musulmán, le juraron fidelidad y vasallaje el 2 de Junio de 1135, en León, en un solemne acto donde fue proclamado "Emperador de los reinos hispánicos", resucitando así la vieja idea imperial que pesaba como una losa desde la caida de Roma.

En esta época, ya hacía tiempo que la frontera con la España musulmana había dejado de estar en el Duero. Toledo, por ejemplo, era una importante ciudad castellana al sur del reino conquistada 50 años antes por Alfonso VI de León. El emperador leonés, Alfonso VII, conquistaría, incluso, ciudades aún más al sur como Coria, Jaén, Córdoba (durante un año) y Almería (durante 10 años).


Y mientras tanto... ¿Cómo era Villalpando entonces?


Responder a esta pregunta implica, como siempre, acudir a las fuentes (los textos, los documentos) y a la lógica histórica. Yo voy a dar mi opinión:


Don Luis Calvo Lozano, en su libro, presupone una población permanente en nuestro pueblo desde la época vaccea hasta la actualidad -opinión que no comparto-, con picos de densidad de población unas veces mayores y otras veces menores. Según Don Luis, en la época que estamos hablando (año 1150, aproximadamente) Villalpando ya contaba con su primer recinto amurallado, pero lo curioso, según él, es que Villalpando se reconquista en la época de Alfonso I el Católico que era yerno del rey Don Pelayo (hacia el 757) y se fortifica en el 850 aproximadamente, con Ramiro I. A mi modo de ver, por lo que dicen los historiadores, por lo que la arqueología ha revelado en nuestro pueblo y por lo que las fuentes escritas dicen -o mejor, no dicen- es que tales afirmaciones son del todo infundadas.


Sin entrar en el polémico tema de "Intercatia-Villalpando" y pasando por alto toda la época antigua y visigoda, sabemos con certeza que ya había villalpandinos en la Alta Edad Media, al menos en el siglo X, quizás antes. Del siglo X es, precisamente, un documento del monasterio de Sahagún en el que se cita a Alpando como lugar de encuentro entre una serie de personalidades y el Conde García Gómez, a quien, al parecer, pertenecía Villalpando. Por la trascendencia del encuentro, es de suponer que Villalpando fuera ya entonces un lugar con caserío estable en mitad de una vasta zona prácticamente despoblada hasta hacía muy poco, como afirma con acierto Menéndez Pidal. Pero el documento citado habla de Villalpando como un simple punto de encuentro, nada más.


Hay que tener en cuenta, también, que otro de los hechos cruciales en la historia de España y, por tanto, en la de Villalpando, la batalla de Simancas, no tiene lugar hasta el año 939 (Ramiro II), época en que la frontera con la España musulmana se asienta definitivamente en el Duero e, incluso, se amplía hasta el Tormes. En esa época León, la nueva capital del reino, no pasa de 10.000 habitantes. Muchos menos tiene la ciudad fortificada y fronteriza de Zamora, de vital importancia en el reino de León. El movimiento repoblador en esos años centrales del siglo X es aún muy tímido por las constantes incursiones (razzias) de los musulmanes en nuestro territorio impidiendo un efectivo asentamiento que posibilite el crecimiento urbano. Se sabe que la repoblación de Alfonso III el Magno (último rey Asturiano) y de los primeros reyes leoneses hasta bien entrado el siglo XI se centró más en otras zonas más meridionales y consideradas prioritarias por su situación estratégica, lo cual no es el caso de Villalpando, que en mitad de una llanura, sin defensas naturales, se encontraba bastantes kilómetros al norte de la frontera. La Tierra de Campos, en esos años, se encuentra salpicada de pequeñas aldeas o villorrios en los que viven un puñado de familias procedentes de las montañas de León o de los territorios vascos (Por ejemplo: Urueña procede de "uri" que en vascuence significa pueblo o ciudad). Familias, en su mayor parte, de campesinos libres, pobres de solemnidad, como han revelado los escasísimos restos arqueológicos y las necrópolis de la época.


La situación cambia radicalmente un siglo después, a la muerte de Alfonso VII, el Emperador (año 1157), al que me he referido más arriba. En aquella época, los monarcas feudales de toda Europa (incluídos los monarcas hispanos) consideraban sus reinos como si fueran de su propiedad privada, como si se tratase de una finca particular que se puede partir, desgajar o incluso vender. Por esta razón, la unidad que tanto había costado conseguir entre los reinos de Galicia (que hasta entonces incluía el norte de Portugal, León (que ya ocupaba buena parte de Extremadura) y Castilla (que llegaba hasta Toledo) terminó de repente con el reparto que Alfonso VII hacía de sus reinos entre sus hijos, entregando Galicia y León a Fernando (Fernando II de León) y Castilla a Sancho (Sancho III de Castilla, "el deseado").


A nosotros, a los villalpandinos, nos tocó del lado de Fernando II. Nos tocó con León pero por muy poco pues la frontera entre ambos reinos se fijó, practicamente, en el extremo Este de nuestro término municipal. Fue en 1155, en una reunión celebrada en Valladolid, cuando se acordaron los términos de la división de ambos reinos, fijándose la frontera. Se excluyen del reino de León la Tierra de Campos, Sahagún y las Asturias de Santillana (Cantabria), que pasan a Castilla. Por nuestra zona se sabe, por ejemplo, que Cabreros del Monte, Bolaños, Villafrechós ya eran territorio castellano.
En un primer momento, las relaciones entre ambos reinos son cordiales. Fernando II de León pacta y se alía con su hermano Sancho III de Castilla en 1158 (Tratado de Sahagún) con el objeto de guerrear contra los musulmanes. Pero la temprana muerte del rey castellano, ese mismo año, da al traste con estas buenas relaciones de vecindad. En Castilla es elegido rey el único hijo de Sancho III y Blanca de Navarra: Alfonso VIII de Castilla "el Noble". Contaba sólo con tres años de edad cuando murio su padre por lo que sufrió una larga minoría de edad bajo la tutela de las familias Castro y Lara que rivalizaron entre sí por controlar al Rey, originando una guerra civil en la que se inmiscuyen los reinos vecinos (Leon, Navarra, Aragón) para arrebatar en su provecho amplios territorios a Castilla (Navarra se hace con buena parte de la Rioja y León toma la ciudad de Burgos).

Son muchos los documentos de esa época que se refieren ya a nuestra zona. Entre ellos son de destacar todos aquellos que aluden a la intensa campaña repobladora del área toresana (es entonces cuando se construye el Castillo-Alcázar de Toro), Benavente (de 1181 es su fuero)y Villalpando. Dada la agitación que suponen las incursiones leonesas en la zona castellana y la pujanza económica de estos territorios, Fernando II ordena la fortificación de múltiples lugares a lo largo de una línea defensiva en la frontera con Castilla que va desde el río Cea hasta el Tajo. Por lo que la inmensa mayoría de los autores piensan (todos excepto d. Luis Calvo Lozano), es en este momento, alrededor del año 1170, cuando se construye nuestro primer recinto amurallado sobre un asentado núcleo de población. Este hecho provoca, a su vez, que nuevos pobladores vengan al olor de un indiscutible desarrollo de Villalpando en todos los campos.


Precisamente en ese año (1170) el rey vecino, el de Castilla, Alfonso VIII obtiene la mayoría de edad y es proclamado rey liberándose de la nefasta influencia de las familias que le habían tutelado y ostentado la regencia del reino. Ahora Alfonso VIII organiza su reino y comienza su venganza contra los reinos vecinos que tanto se habían aprovechado de su menor edad. Así pues, el rey Castellano se dirige contra Navarra y recupera La Rioja. Poco después, una vez muerto Fernando II de León (en 1188), rompiendo el pacto de buena vecindad que firmara con Alfonso IX de León (sucesor de Fernando II) invade el reino de León y conquista Valencia de don Juan, Valderas y Castroverde de Campos. Con lo cual, Villalpando se convierte en el último bastión defensivo del reino de León frente al ejército castellano que tan cerca se encontraba. Por esta razón, no es descabellado pensar en un gran apoyo regio a nuestra villa, favoreciéndola de todas las maneras posibles y consolidando el asentamiento urbano. Hay constancia de un documento de 1163 en el que se habla de Villalpando como villa ya amurallada por entonces, aun cuando la repoblación no fue ordenada oficialmente por el Rey hasta 1170 (dice Calvo Lozano). También hay que situar ahora la construcción del primer castillo de Villalpando, de estilo gótico, del que aún quedan restos visibles y sobre el que luego se construiría el Palacio de los Condestables. De esta época (1170) son algunas de nuestras principales iglesias (Santa María la Antigua, Santa María del Templo) y otras ermitas construidas extramuros que fueron transformadas en iglesias en años posteriores. La existencia de estas ermitas construidas extramuros prueba el desarrollo urbano que experimentó nuestro pueblo a partir de esta época construyéndose nuevos barrios alrededor de la primitiva muralla, ahogándola e inutilizando su capacidad defensiva.


Pero para entonces, las murallas de Alpando ya no necesitaban una real capacidad defensiva pues en 1194 se firmó en Tordehumos un tratado de paz entre los dos reinos volviendo la frontera a la situación que tenía cuando murió Alfonso VII de León, el Emperador. La paz había llegado a la Tierra de Campos. Y esa paz favoreció aún más nuestro desarrollo. Probablemente sea la época de más progreso y prosperidad de nuestra historia. Hay documentos que lo prueban, por ejemplo, el contrato de arras matrimoniales entre Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, hija del rey castellano Alfonso VIII. En este documento, el rey de León da en arras matrimoniales varias villas a su esposa castellana, entre ellas, nuestro pueblo. Pero se reserva para sí la tenencia de los castillos construidos en los lugares que se mencionan, lo que viene a significar la importancia que para el Rey tenía nuestro pueblo.


Pocos años después, en 1230, Fernando III el Santo, hijo de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, logró reunir bajo su corona y para siempre, los dos reinos: León y Castilla. De esta forma termina la andadura de Villalpando como baluarte del viejo reino de León, diluyéndose -en el buen sentido de la palabra- en lo que a partir de entonces se llamaría "Corona de Castilla".




Varo.

viernes, 20 de junio de 2008

Los Hermanos del Corral



Para sorpresa de alguno de mis paisanos, hoy voy a dejar aquí estas notas sueltas dedicadas a los Hermanos del Corral de Villalpando, gente muy interesante y de lo más granado que ha salido de esta villa.


No, no se trata de toreros, como una vez me dijo alguien. Los hermanos del Corral fueron arquitectos, escultores, yesistas y rejeros. Desarrollaron su obra en la primera mitad del siglo XVI, durante el reinado de Carlos I.


Como la historia y su propio pueblo parece haberlos olvidado, es difícil resumir la biografía de estos cuatro hermanos que, ni siquiera en sus nombres los historiadores del arte se ponen de acuerdo. La enciclopedia Larousse habla de Jerónimo, Juan y Ruy del Corral de Villalpando. Sin embargo, en otros muchos textos a Juan se le identifica como Francisco. Este error proviene de que hay un cuarto hermano Corral, cuyo nombre es, precisamente, Francisco, y a quien los libros de arte llaman, simplemente, Francisco de Villalpando. Parece que nacieron a finales del siglo XV, en Villalpando, pero su obra es toda de la primera mitad del XVI, en pleno Renacimiento.


En los libros de Historia del Arte se les caracteriza como unos fabulosos decoradores de interior, de gusto exquisito, modernos en su época. Precisamente, su época es aquella en la que la Castilla post-medieval de los Reyes Católicos se abre a la Castilla europea de Carlos I (V de Alemania), con nuevos gustos italianizantes -por la llegada del quatrocento- e inmersa en la influencia que la obra de Miguel Angel supuso en los artistas, no sólo de España, sino de toda Europa. En ese contexto histórico-artístico del quatrocento, por un lado, y en ese ámbito sociopolítico del reinado del emperador Carlos, por otro, es donde tenemos que situar a nuestros insignes paisanos, los hermanos del Corral.


Aunque fueron buenos arquitectos, sobresalieron como decoradores de interior y, sobre todo, como yesistas. Sus decoraciones en yeso policromado son de singular belleza y derrochan fantasía e ingenio. Tanto es así que fueron imitados por otros muchos artistas dando origen al peculiar estilo que se ha dado en llamar "Escuela Castellana". Una de sus obras, la Capilla de los Benavente, en la iglesia de Santa María de Medina de Rioseco, es conocida como la "Capilla Sixtina Castellana". Otras obras suyas son la Capilla de San Pedro, en la Catedral de Palencia (en la que colaboraron activamente en su reforma del siglo XVI) y la llamada "Casa Blanca" de Medina del Campo. También hicieron trabajos de rejería y decoración en la Catedral de Toledo, pero no se prodigaron mucho en obras fuera de Castilla; quizás por eso su proyección en la Historia del Arte no haya sido lo grande que su obra merece.


Nuestro historiador local, don Luis Calvo Lozano, habla de ellos en su libro al referirse a los personajes ilustres del siglo XVI (págs. 221 y stes.). Afirma don Luis que ellos fueron los constructores del coro de la iglesia de Santa María la Antigua, del artesonado de yeso de la iglesia del Templo (actual Ayuntamiento) y de las rejas de la capilla mayor de la Catedral de Toledo.


Yo me atrevería a decir que artistas tan solicitados como ellos sin duda tuvieron que participar en la decoración del fabuloso palacio renacentista que los Condestables de Castilla y señores de Villalpando rehabilitaron, precisamente, en la época de los hermanos del Corral. Pero advierto que no hay ninguna prueba de ello.


Las fotografías que aparecen en este artículo corresponden a la Capilla de los Benavente y a alguna otra de sus obras.


Varo.






viernes, 30 de mayo de 2008

Poema Breve.

Zamora es de piedra.
Valladolid escarcha.

En Zamora, un río.
Por Valladolid el agua.

Zamora es frontera.
Por Valladolid se pasa.

Varo
de "Campos Góticos".

martes, 13 de mayo de 2008

Voy a transcribir unas pocas páginas más de la novela EL NAVEGANTE.
Recuerdo con nitidez meridiana mi primer gran viaje, mi viaje a Santiago. Recuerdo que corría el mes de abril, recién entrada la primavera. Y recuerdo, también, que llovía, que llovió mucho durante los primeros días de camino. A la lluvia le acompañaba el viento, un viento a ráfagas, ráfagas frías, heladoras, que me hicieron caer enfermo. Y tan fuerte me agarró la fiebre que necesité guardar cama durante siete días en una venta del camino, muy cerca de Urueña, del otro lado de los montes Torozos. Durante esos siete días experimenté la soledad más absoluta en aquella habitación mugrienta sin apenas luz pues el ridículo ventanuco del que disponía lo cegaba, prácticamente, una reja gruesa de hierro fundido. No cerraban bien las celosías y como la ventana carecía de vidrios sentía correr el aire fresco por mi cara al igual que veía campear a sus anchas un diminuto ratón que osó, incluso, meterse en mis botas.

No probé la cocina de aquel lugar. Mejor dicho, sí la probé pero no me gustó. Tenían los platos un regusto extraño, ácido, que me hacía sospechar. Durante esa semana de enfermedad solo bebí agua y comí algo de pan, un pan negro que no había visto en mi vida. Guardaba siempre alguna migaja para echársela a mi amigo el ratón. Me entretenía muchísimo observar cómo se afanaba acarreando su botín, su pedazo de pan negro que mordisqueaba de vez en cuando. Lo empujaba con su hocico siempre pegado a la pared, siempre observándome, atento a mi propia mirada. Si me incorporaba para verlo mejor él se asustaba y corría a su madriguera abandonando el tesoro. Yo lo esperaba, a veces durante horas, pero me dormía sin que apareciera. A la mañana siguiente, cuando me despertaba, la vela se había consumido y el trozo de pan ya no estaba. Me fue muy grata su compañía. Por eso, cuando me recuperé y pude reanudar el viaje, dejé bajo la cama un buen pedazo de pan negro, regalo del conde Hernán para su amigo el ratón.

Perdí muchas libras durante aquellos siete días. Tantas que tuve que hacer más agujeros en el cinturón pues apenas me sujetaba. El frío, el hambre, la mugre, la fatiga... nuevas sensaciones que empezaron a formar parte de mi vida. Desde entonces siempre me han acompañado.

No obstante, a pesar de estas inclemencias, el viaje por el corazón de Castilla me hizo aprender una lección de esas que no están en los libros: Ese viaje puso color a mis sueños, a mis inquietudes; un color difuso, no siempre de tono cálido. Puso movimiento en las patas de los caballos, los mismos caballos que yo recreaba en mis imaginaciones infantiles mientras Fray Gerundio me hablaba. Empezaba a tomar contacto con la realidad, con el mundo, con ese gran desconocido que ahora me probaba sin la protección de las férreas murallas de Monleón. Fue entonces cuando me vi solo. Muy solo. Muy vulnerable y sin defensa alguna. Sin padres, sin condado, sin nada... Por eso, comprendí que si quería sobrevivir en esos tiempos tan difíciles que se avecinaban debía prepararme para todo aquello que tuviera que suceder, incluso para soportar el dolor, el dolor más fuerte que me pudieran infligir. Enseguida tuve muy claro que debía ser fuerte, astuto y más inteligente que todos los demás. No me cabía otra opción, insisto que estaba solo. Se habían acabado los sueños infantiles y comenzaban los proyectos adultos.

Los campos de Castilla, en primavera, son los campos más hermosos del mundo. Una vez reemprendimos el viaje, continuamos hasta Urueña. Por el camino, remontando las suaves pendientes de los Torozos, desde las cumbres de los cerros nos deteníamos para contemplar las llanuras inmensas que se perdían en el horizonte. Llanuras de un verde profundo como un mar de hierba. Y salpicando ese mar, anudando esa verde alfombra, resultaba fácil distinguir, como si fueran balsas de aceite, la silueta deforme de alguna aldea a la deriva de la que siempre emergía orgullosa la espadaña de una iglesia. Jacinto, incluso, creía ver desde aquellos cerros las montañas que cierran al Norte el paso de los peregrinos. Mi vista no llegaba a tanto.

Días después llegamos a la Villa de Alpando, una gran villa amurallada, la primera de importancia en el antiguo reino de León. Cuenta Alpando con una sólida cerca fabricada de encofrados de piedra y cal. Al abrigo de esta cerca y con la protección que d. Fernando II de León dispensó a estas tierras suyas de frontera, Alpando prosperó como casi ningún otro lugar del reino. De hecho, en aquel tiempo de mi primera visita a la villa, los nuevos barrios se adosaban ya a la muralla, ahogándola e inutilizándola ante un eventual ataque. Se levantaban extramuros algunas casas de porte elegante que Jacinto me hizo saber que pertenecían a judíos. Disponían estos, también, de una espaciosa aljama muy cerca de una de las principales puertas de entrada a la ciudad, la de la Plaza de las Carnicerías, que se llama así porque allí todavía se ajusticia a los criminales. Muy cerca de la aljama, calle arriba y casi junto a la muralla, está la ermita de la Quinta Angustia, en cuya cripta se guarda un trozo del Lignum Crucis traído por un cruzado local.

Por esa puerta principal, la de la Plaza, Jacinto y yo penetramos al interior topándonos de inmedito con el soberbio edificio que la Orden del Templo ha levantado aquí. La iglesia que los Templarios construyeron está adosada a la casa-fortaleza donde unos pocos de estos caballeros viven al cuidado de la encomienda que la Orden posee en este lugar. Tanto Santa María del Templo como el caserón fortificado disponen de gruesos muros de piedra pero sus puertas suelen estar siempre abiertas pues son muchos los oficios que se dispensan en el Templo y muchos los carros, personas y animales que constantemente entran y salen de la casa de la Orden pues muchas son las yeras de tierra que labran y es en esta casa, en sus corrales y paneras, donde los Caballeros guardan acémilas y cosechas.

Pasado el mediodía, al poco de dejar la plaza y adentrarnos en la maraña de calles estrechas y mal empedradas, me llegó un delicioso aroma que echaba de menos: el olor de los pucheros que hierven a fuego lento al calor de la brasa de encina. Y es que allí mismo, frente a nosotros, había una taberna.

En Alpando me vengué del hambre acumulada los días de enfermedad. Y me vengué con todas las ganas. Tomé gusto a los guisos de un cocinero local llamado Gervasio a quienes sus convecinos apodaban “El Buitre” porque todo lo aprovechaba, nunca tiraba nada. Aún así, sus platos estaban riquísimos. Regentaba El Buitre una taberna céntrica muy amplia, de dos plantas, aunque a la segunda nunca subía pues estaba obeso y le fatigaban las escaleras. Le gustaba hacer preguntas y siempre que atendía a cualquiera de sus clientes hablaba a voces haciéndose escuchar por todo el mundo, incluyendo los de la planta de arriba. Así pues, todos supieron quién era yo, que había estado enfermo, que estaba muerto de hambre, a dónde me dirigía y dónde me iba a hospedar. La hostería de Gervasio El Buitre se llamaba “La Rana Azul” y en su chimenea siempre hervía un perol con las brasas de la mejor leña.
...
De "EL NAVEGANTE".
Varo.