viernes, 26 de octubre de 2012

Ad Romae Reparationem

















Voy a transcribir un mensaje que me ha llegado, relativo a mi anterior post, el titulado "Políticos de antes, políticos de ahora". Como su contenido es interesante prefiero colgarlo aquí, en vez de contestarlo con un simple comentario. Siento que su autor haya preferido no identificarse.

Me temo que no es tan bonito como lo pintas. Como bien dices, los cargos romanos no cobraban "de manera directa" y ademas tenian que pagar festejos y demas, pero de donde salia todo ese dinero, ¿acaso les manaba de un pozo?. Evidentemente lo obtenian de ejercer el poder y viceversa. 
Vamos que los cargos no se cubrian por competencia sino por pagar por ellos, por lo que tenemos claro quien los ejercia. (Un paralelismo en nuestros dias, lo tebnemos en los candidatos del partido republicano de EEUU a la casa blanca que son todos millonarios) 

Y ya solo recordar que en dichoso imperio americano, perdon romano, su economina se basaba en la esclavitud. Todo un ejemplo a seguir. 

tambien seria 


Pues fíjate si su ejemplo se habrá seguido que aún continuamos viviendo de las rentas, quiero decir, del legado que Roma dejó en la Historia. Ahí está el Derecho Romano, del que el nuestro no es más que una mala copia. Ahí están sus vías de comunicación, sus calzadas, bajo nuestras autopistas. Sus obras de ingeniería, que llevan dos mil años dando servicio a los ciudadanos. ¿Aguantarán los puentes de hormigón construidos por la Diputación de Zamora el mismo tiempo? Ahí está su forma de entender la vida, tan distinta a la del Norte, no sé si mejor o peor, pero, desde luego, es una forma muy parecida a la que yo tengo y, seguramente, a la que tú también tienes.
A Roma no hay que mirarla con ojos economicistas; al menos, no sólo con esos ojos. Ni se le puede achacar ser una civilización esclavista. Recuerda que Fray Bartolomé de las Casas, a quien tanto han seguido los creadores de la Leyenda Negra, proponía sustituir a los esclavos indios por otros negros, ya que éstos últimos (decía él) no podían ser considerados como personas con alma, mientas que aquellos sí. Te quiero decir que la esclavitud era una institución plenamente aceptada en el mundo antiguo y admitida en los textos sagrados de todas las civilizaciones como la Biblia, los evangelios, y hasta los Vedas de la India. El Corán, aunque se propuso mitigar la institución de la esclavitud, ni la condena ni la cuestiona. Por ello, fue precisamente, Roma -aunque esclavista- quien tuvo el mérito de ser la primera civilización que se ocupó de suavizar el "ius vitaequenecis" del paterfamilias romano sobre sus esclavos. Y así, reguló instituciones como la manumissio y varios crímina y edictos pretorios que protegían la vida del esclavo ante las arbitrariedades de sus amos; se dictaron edictos, decretos y leyes como la Lex Iuna Norbana que concedió la ciudadanía latina a  los manumitidos en situación irregular, sin las solemnidades propias de la manumissio (de facto, supuso lo que ahora habríamos llamado "una regularización", como las que hacía el ministro Caldera, pero sin "efecto llamada").  Y desde luego, no estoy de acuerdo con tu afirmación de que la economía de Roma se basara en la esclavitud. Eso es algo tan simple como mi post anterior, que sólo pretendía mostrar actitudes. En la economía romana, la esclavitud era una institución importante pero no la más importante. No podemos desconocer la labor económica del "autónomo" romano, es decir, del ciudadano libre romano (artesanos, médicos, soldados, profesionales e, incluso, campesinos con tierras propias), que eran los que creaban riqueza y, además, de nada hubiera servido una fuerza de trabajo gratuita (los esclavos) si no hubieran existido unas ideas y unos líderes geniales que la dirigieran. Precisamente, el fin de Roma llegó cuando faltaron esas ideas o ideales y, sobre todo, cuando faltaronr esos líderes, aunque los esclavos siguieran existiendo. Por cierto, los bárbaros que destruyeron Roma también traían sus esclavos... Y los árabes que destruyeron a esos bárbaros, también, por mucho que el Corán pretendiera mitigar las consecuencias de la esclavitud (y si no, que se lo pregunten a los esclavos zanj -zanj=negro- que protagonizaron en Irak, en el siglo IX, una rebelión sólo comparable a la de Espartaco en Roma, bastantes siglos antes.
Mira a tu alrededor y verás a Roma por todas partes: en la forma de trabajar los campos, en el trazado de muchas ciudades, en las escrituras de tu casa, en el nombre de tu pueblo y hasta en el idioma que hablas.
Varo.

P.D.: Y para que no sirva de precedente ya digo que no publicaré más mensajes anónimos. 

jueves, 11 de octubre de 2012

Políticos de antes, políticos de ahora.


En los tiempos de la vieja Roma, la gratuidad era una de las características esenciales de todas y cada una de las magistraturas. Es decir, que pretores, cuestores, cónsules, tribunos de la plebe, censores e, incluso, los dictadores de tiempos de crisis no cobraban ni un duro, quiero decir, ni un sestercio. O lo que es lo mismo: aquella élite política de dirigentes, por amor al arte, hizo de Roma el único imperio histórico no superado aún, conceptualmente hablando.
Resulta, por otro lado, que además de no cobrar, el cargo siempre era gravoso para el magistrado, es decir, para el político romano. Con cargo a su patrimonio personal costeaba juegos, espectáculos, obras públicas; acuñaba moneda de plata y oro (la de bronce se reservaba al Senado), mantenía unidades militares... Por poner un ejemplo, la Legión V “Alaudae”, formada por unos cinco mil galos trasalpinos fue reclutada por Julio César, quien pagó de su bolsillo a los soldados que la componían durante una buena parte del tiempo que duró la conquista de la Galia. Otro tanto hicieron Marco Antonio, y Pompeyo.
Este principio de la gratuidad en el ejercicio del poder político se mantuvo intacto –como afirma A. Torrent, mi catedrático de Derecho Romano- hasta el final y sólo se  suavizó concediendo a los magistrados (a los políticos) el importe de los gastos de cuantos viajes hicieran, previa justificación o “censura”. Así pues, quien se metía en política buscaba el poder, por sí mismo o por otro tipo de ventajas distintas a las económicas.
Otra de las características de las magistraturas romanas era la RESPONSABILIDAD:
Por el hecho de haber llegado a magistrado, un ciudadano romano no quedaba exonerado de la legalidad. Si bien durante el ejercicio de su mandato sus decisiones debían ser acatadas, cuando éste finalizaba respondían, incluso con su patrimonio privado, de todos los actos lesivos que hubiesen cometido contra los derechos privados y los del Estado. No se consideraba admisible que un magistrado, durante el tiempo de su mandato, pudiese ser llevado a un tribunal, pero al finalizar su cargo y convertirse, otra vez, en ciudadano de a pie, respondía con toda su fortuna. Así, claro está, procuraban hacer las cosas bien.
Si cuento toda esta retahíla es porque, en realidad, quería haber hablado de otros políticos muy distintos a los romanos; de nuestros políticos y de la crisis moral de buena parte de la clase política de este país. Pero, por no ponerme de mal humor, mejor será que lo deje para otro día. Por el momento, con los datos que les he dado, vayan comparando ustedes entre unos y otros, entre los de entonces y los de ahora.
Varo.