sábado, 11 de diciembre de 2010

Palomares de Villamayor de Campos






Probablemente, este conjunto de palomares compone una de las estampas terracampinas más fotografiadas de mi zona. Y no por ello, cada vez que paso cerca, dejo de echar una mirada furtiva, sorprendiéndome una y otra vez.
Parece ser que fueron los árabes quienes introdujeron en la Península este tipo de arquitectura rural dedicada a la explotación de palomas y pichones, aunque ya los romanos se dedicaban a la avicultura y colombofilia.





Este conjunto, situado en Villamayor de Campos, se compone de una docena de palomares y un molino de viento, restaurado alguno de ellos.

El solar donde se erigen constituyó siglos atrás la aldea de San Salvador que junto a San Martín de los Rascones y Villanueva del Río formaban un conjunto de pequeños poblados cercanos a la Villa-Mayor, de la que dependían. De todos estos pequeños pueblos ya no quedaba ni rastro a comienzos del siglo XVIII, sólo han perdurado, precisamente, los molinos de viento y los palomares, probablemente porque se siguieron explotando de generación en generación hasta hace muy poco tiempo.





Singulares edificios que son testigos mudos de un pasado que no podemos olvidar.


Varo.

lunes, 18 de octubre de 2010

La Puerta de San Andrés (5º Centenario)

Ahora que se cumple su quinto centenario no voy a dejar pasar la ocasión sin mostrar esta joya a todos aquellos que se asoman a mi blog. Hablar de la Puerta de San Andrés es hablar del orgullo de los villalpandinos y de uno de los más bellos exponentes de la arquitectura militar castellana.
Desconocida para quienes no son de la zona, la Puerta de San Andrés (también llamada Puerta Villa) fue uno de los principales accesos a la ciudad amurallada de Villalpando y aún sigue teniendo ese uso.

En realidad habría que hablar de dos Puestas de San Andrés. Una primera que data de principios del siglo XIV, fecha en la que se construyó el segundo recinto amurallado, de estilo gótico (como la otra que aún permanece en pie, la de Santiago), dotada de paso de ronda y de construcción muy sobria a base de canto rodado y sillarejo. Y una segunda Puerta de San Andrés, adosada a la anterior, construída en 1510 (s. XVI), dotada de los dos impresionantes cubos que la flanquean y defendida con merlones o almenas (que son símbolo de Jurisdicción); en esta segunda puerta sólo se empleó piedra sillar para su construcción traida de las canteras de Urueña y del Teso San Marcos. Ambas puertas se unen en perfecta simbiosis y no cabe hacer distinción alguna más que para su estudio.



Parece ser que fue el propio Ayuntamiento de la Villa quien encargó su construcción, tal como revelan las cuentas del cabildo de aquel año. Fue precisamente 1510 un año de profundas tranformaciones urbanísticas en Villalpando pues además de la Puerta de San Andrés se reconstruyeron con el nuevo estilo (el gótico) la de Santa María y la de Santiago, reparándose también el postigo de San Salvador.
En la parte superior del paño central cuenta con dos escudos nobiliarios: uno perteneciente a la familia Fernández de Velasco, condestables de Castilla y el otro irreconocible (don Luis Calvo dice que pertenecen a los Caballeros del Santo Sepulcro).
En la parte media, dos blasones fajados, que son emblema de Villalpando y en la parte inferior el aspa o cruz de San Andres, cuya imagen ocupó la hornacina central ahora vacía. Rodea todo el conjunto el cordón de San Francisco.
Por la disposición de los merlones, el carácter cilíndrico de los cubos y la época en que fue construida todo hace indicar que la Puerta de San Andrés estuvo artillada, lo cual no impide que se abrieran saeteras en los cubos o en el paño central guardando siempre una perfecta simetría.
En su interior se aprecian cenefas labradas en la piedra, a la manera del gusto italiano de la época y aún son visibles los vestigios de la bisagra de piedra que sujetaba el portón de madera.
La Puerta de San Andrés estaba defendida al frente por una laguna hoy desecada pero que nuestros abuelos conocieron.
Ya he lanzado aquí en otras ocasiones mi voz en pro de la rehabilitación de nuestro patrimonio. Si esa voz de alarma general no resulta descabellada tal como están las cosas, más cabal resulta reivindicar la actuación urgente de las administraciones en aras a la conservación y consolidación de este monumento que nos da las señas de nuestra identidad como villalpandinos. En los últimos años se han sucedido en la prensa continuas noticias que aluden a nuevas grietas y desprendimientos que hacen presagiar lo peor. Parece que ahora sí hay un proyecto de rehabilitación pero lo que ya no sé es si hay o no dinero para llevarlo a cabo.
¿Se nos acabará cayendo? No quiero ni pensarlo. Por cierto, se me olvidaba: ¡feliz quinto centenario!
Varo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mar de Fondo


Hay lugares donde se reunen tres fronteras: la de la tierra, la del agua y la del aire. Y es difícil, a veces, colegir dónde empieza cada una de ellas.

Hay lugares que provocan cadencias, que desatan, que rompen cadenas...

Respirar las brisas de esos lugares te colma el alma.

Y te transporta.

Varo.

viernes, 30 de julio de 2010

Troveros


Cuando veo fotos como la de arriba me resulta inevitable pensar en el tiempo. Mejor dicho, en el paso del tiempo. Y me pregunto si dentro de treinta... cuarenta años habrá alguien que vea mis fotos así, de la misma forma que yo ahora contemplo ésta.
No es melancolía, ni tristeza...
Es la certeza de saberse efímero.

Varo.

(Dedicado a mi tío Genadio: el que está de pie, a la izquierda, tocando la mandolina)

miércoles, 30 de junio de 2010

Sin complejos


Vuelvo a pedir disculpas por estas ausencias mías. Quien me conoce sabe que no es mucho el tiempo libre de que dispongo y que sí son unas cuantas las aficiones que me distraen. Por si fuera poco, el nene me reclama cada vez más y me toca de vez en cuando echar algún partidillo de fútbol o llevármelo de paseo con la bici. Lástima que el día no tenga un par de horas más.
No obstante, hoy quiero hablar aquí de algo que ha caído en mis manos. Se trata de una edición facsímil de la HISTORIA GENERAL DEL MUNDO, publicada en varios volúmenes a partir del año 1601. Su autor: Antonio de Herrera y Tordesillas, Cronista Mayor de Felipe II y Felipe III.
Se relatan en esta obra los principales acontecimientos ocurridos durante el reinado de Felipe II desde 1554, año de su matrimonio con la reina de Inglaterra, María Tudor, hasta la muerte de aquel en 1598. Al comienzo del tratado el propio Herrera dice qué va a narrar en su obra: "tumultos, rebeliones, sediciones, traiciones, levantamientos, guerras de pueblos, presas de ciudades, expugnaciones de fortalezas y castillos, sacos de lugares, incendios, treguas, conciertos, roturas de paces, matanzas de gentes, muertes de príncipes..." Y todas estas cosas ocurren en lo que en aquella época era "el Mundo", es decir, España y sus áreas de influencia: Túnez, Tartaria, Persia, Islas Salomón, Santo Domingo, El Dorado...
Entre todos esos volúmenes me estoy centrando en el libro cuarto, el que trata de las escaramuzas entre ingleses y españoles durante la Guerra de Flandes. Tirando del hilo he descubierto personajes históricos interesantísimos como, por ejemplo, Bernardino de Escalante, de quien ya tengo sus "Discursos al Rey y sus Ministros" (curiosamente debo decir que los he conseguido online en una librería de Nueva York, aquí están agotados desde hace tiempo).
Todo este material y algunas visitas a Simancas me han proporcionado el punto de partida y la base histórica de una nueva historia, larga esta vez, que ya tengo comenzada desde hace algo más de dos meses. Pues sí, es una historia ambientada en el reinado de Felipe II, cuando España era un país respetado y respetable y no un contubernio de bufones. La verdad, no me pongo colorado cuando hablo de Felipe II. Ya sé que algunos pronuncian su nombre a media voz, casi susurrando y que muchos de los que manejan el cotarro por gusto lo suprimirían de los libros de historia en un malentendido acto de "higiene democrática". Y hasta devolverían Menorca a los ingleses...
Pero yo no.
Por todo eso, porque no me avergüenzo ni lo más mínimo de la Historia de España, ni mucho menos de sus siglos de Gloria, por eso he querido ambientar este relato aún sin título en esos años y no regodearme como siempre en la basura y miseria de otras épocas, como hace un amigo que tengo y de quien ya he hablado, auténtico experto en Historietas de Taberna.
Varo.

lunes, 31 de mayo de 2010

31 de Mayo

La verdad... no sé cómo pudo ocurrir. Supongo que fue por una de esas casualidades del destino en que un amigo te presenta a otro y ése a otro... y así hasta que, de repente, te das cuenta de que te encuentras en un lugar que nunca habías imaginado, rodeado de un montón de personas a quienes no conoces y muy cerca de alguien... especial.
Aquella mañana de junio, dos amigos inseparables, compañeros de fatigas y de Facultad, pisaban el acelerador de un Renault Clío blanco camino de Madrid. Pedro le decía a Roberto que allí tenía varios colegas y le auguraba un fin de semana repleto de diversión. Y a Roberto esas palabras de Pedro le iban sonando a gloria bendita...
Por el camino hablaron de proyectos. Muchos y sin parar. Probablemente porque su recién estrenada licenciatura universitaria les provocaba una especie de borrachera elocuente que les hacía hablar de tantas cosas como ambos tenían pensado hacer cuando acabaran sus estudios… y ese momento había llegado. Ambos se veían, más que al final de una etapa, en el comienzo del mejor momento de sus vidas.
Y en esas andaban cuando llegaron a Las Rozas.
Encontraron de chiripa el chalet del colega de Pedro quien, esa noche, les llevó a una fiesta. Una de esas fiestas que se montan los niños bien en sus chalets de la sierra, con música en el jardín, canapés, bebidas a tutiplén y chicas guapas bailando descalzas sobre la hierba…
Y allí estaba él, entre un montón de gente anónima que bebía en vasos largos de cristal. Allí estaba, con su melena rizada, luciendo en las sombras de la noche, entre ritmos y destellos… Roberto dudó… pero… sí, era él, Antonio Flores, el hijo de la Lola.
Cuando ocurren este tipo de encuentros siempre el destino suele actuar hasta el final. Efectivamente, el destino quiso que Roberto y Antonio coincidieran en la barra. Roberto pidió un gin tonic y Antonio también. Pero resulta que las reservas de ginebra, muy mal calculadas, se agotaron con la copa de Roberto quien había llegado unos pocos segundos antes.
—Lo siento —dijo el barman al hijo de la Lola— ya no me queda gin.
Entonces, Roberto miró a Antonio y, sin dudarlo, le sugirió:
—Toma este mío… aún no lo he tocado…
Y aquel gesto conmovió al pequeño de los Flores.
Contó Roberto que pasaron el resto de la noche juntos. Que le presentó a un montón de gente, a un sinfín de chicas guapas. Que le habló de sus canciones y él de sus proyectos. Que hasta se dieron un baño en la piscina, en calzones, aunque otros y otras lo hicieran en cueros… Y me enseñó, apuntado en un papel, su número de teléfono.
Ya he dicho que el destino, cuando actúa, lo hace siempre hasta el final. Hoy, 31 de mayo, tengo dos aniversarios que contar aquí: el de Antonio Flores, mi poeta de cuando aún tenía sueños y el de Roberto, el más pequeño de mis hermanos.
Varo.

sábado, 24 de abril de 2010

23 de Abril


De las dos cosas no sé qué seré primero, si castellano o leonés. Creo que el color rojo de la sangre me viene de mi madre castellana y la calvicie de mi padre leonés. Que la tierra donde reposan los míos sea leonesa y que el primer soplo de viento que respiré al nacer fuera castellano no es ninguna casualidad ni por ello me contradigo. Ni maldigo. Sólo advierto.

Probablemente, el hecho de vivir a caballo de ambos reinos me haya dado una visión del conjunto de esta tierra tan amplia, tan variada, tan cercana y tan lejos de todas partes. Y me siento orgulloso de ser de aquí, de León y Castilla o de Castilla y León, que para mí es lo mismo.

Sin pretender olvidarme de nadie, me van ustedes a permitir que hoy sea breve expresando mi felicitación para todos los que vivimos en esta Tierra Media que nace en La Canda y muere en el Moncayo, desde el Puerto de los Leones hasta Pajares pasando, cómo no, por Zamora, Valladolid y Villalpando.


Varo.

martes, 30 de marzo de 2010

Presentación


Sólo quería anunciar la inminente presentación de mi libro, La Veleta Nocturna. Tendrá lugar el próximo 3 de abril, día de Sábado Santo, en el salón de actos del Ayuntamiento de Villalpando. ¿La hora? Las ocho de la tarde.
Estarán allí mis dos buenos amigos, los escritores Félix González Modroño y Jesús Fernández Morillo, que hablarán un poco de esta pequeña colección de cuentos.
La puerta está abierta para todo el mundo.

Varo

viernes, 12 de marzo de 2010

Adios, maestro

Lo recuerdo paseando por la calle Santiago de Valladolid. Al principio iba solo, agarrándose las manos a la espalda. Más tarde lo empezó a acompañar alguien, cogido del brazo, caminando despacio, sin ninguna prisa... Luego llegó el bastón.
-Adiós, don Miguel -saludaba yo siempre.
Tardó algún tiempo en responder a mi saludo, quizás porque le sorprendiera que un mocoso como yo, desconocido y descarado, burlara a diario ese anonimato que siempre gustaba disfrutar.
Pero, al final, cada vez que nos cruzábamos, generalmente en la plaza de Zorrilla o frente a Caballería, era él quien, primero y a modo de saludo, levantaba su brazo.
Durante aquellos años de bachillerato, entre clase y clase, pasaba los cinco minutos de asueto que se nos permitía observando los cientos de orlas que colgaban en los pasillos inmensos de un Colegio plagado de historia, mi colegio: "El Lourdes". Eran rostros en blanco y negro, la mayoría anónimos... Aunque alguno...no tanto. En una de esas viejas promociones estaba la foto de un joven Miguel. Fue en esa época, en 1981, para más señas, cuando por primera y única vez en mi vida estreché su mano; era él quien, en esa ocasión, entregaba los premios del certamen "Relato Breve Ciudad de Valladolid". Desde entonces... ¡cómo no iba a saludarlo!
Hoy las calles de Valladolid se han quedado huérfanas. Y el señor Cayo también. Y los Santos son aún más Inocentes. Y Mario... Y el Ratero... Y sus amigas, las truchas... Y el Azarías... que por fin han comprendido por qué la sombra de un ciprés siempre es alargada.
Varo.

jueves, 4 de marzo de 2010

LA VELETA NOCTURNA


Quizás alguno de vosotros ya lo sepa pero es obligado que también lo diga aquí: por fin vio la luz mi primer libro, La Veleta Nocturna. Ya era hora.

Se trata de una colección de relatos, en concreto cuatro historias breves ambientadas en diferentes épocas y lugares (también en Villalpando), de las cuales ya he hablado en otras ocasiones.

Sólo puedo decir que ver impresos estos relatos es algo que me llena de satisfacción; ahora sólo deseo que os gusten.

La primera presentación oficial tendrá lugar muy pronto aquí, en Villalpando. Ya os avisaré.

Dejo la dirección web de la página que me ha hecho un buen amigo, profesional del tema, por si alguno está interesado.


Nos vemos en La Veleta.

Varo.

martes, 23 de febrero de 2010

----20.000----


A veces los números nos proporcionan ocasiones para celebrar. Tal vez sea por nuestro racional afán de contar y recontarlo todo.
Si cuenta el avaro su dinero, si cuenta el viejo sus años, si cuenta el trabajador sus horas de trabajo... ¿por qué no iba yo a contar las visitas de este blog?
Es cierto. Esta noche, al encender esta pantalla, como cada noche, me he dado cuenta de que ya son 20.000 las visitas registradas. Y me doy cuenta, también, de que son dos años desde que estas páginas vieron la luz por primera vez. No quisiera pecar de soberbia pero el caso es que nunca pensé que estas historias pudieran interesar a tantos. Siempre imaginé este blog como una ventana pequeña y marginal. Y confieso:
Me gusta poder llegar a la gente para transmitir y compartir.
Me gusta poner en común.
Me gusta aportar ideas...
Y también recibirlas.

Varo.

domingo, 31 de enero de 2010

La Grande y Felicísima Armada

A veces siento lástima de mi propio país, mejor dicho, siento lástima de tantos ignorantes a quienes se les llena la boca dando clases de historia en conversaciones de bar sin otra razón de ciencia que lo que les han contado, lo que han oído por ahí o lo que han leído en una mera nota a pie de página.
Perdonen ustedes que comience este artículo así, un poco indignado.
Llevo varias semanas investigando en relación a un tema de esos que me apasionan: La Armada Invencible, esa colosal flota organizada por el rey de España, Felipe II. El motivo de esta investigación es que tengo en mente un relato (no sé si extenso o breve) ambientado en esa época y momento históricos, de hecho ya he escrito algunas páginas. Y el motivo de esa indignación viene dado porque, ¡torpe de mí!, cometí el error de comentar esta idea con quien no debía hacerlo.

Además de tener ya casi la certeza de poder anunciar que en esa flota participaron algunos hijos de mi pueblo, Villalpando, lo que sí tengo muy claro es que cuanto aprendí de este tema en las clases de historia de mi querido profesor, el Hermano Francisco Ruiz, recién estrenada la década de los ochenta, era completamente cierto (como todo lo que este fraile me enseñó).
Verán ustedes: para resumir, existían dos teorías:
Primera: La Armada Invencible fue hundida y derrotada por la Armada Inglesa.
Segunda: La Armada Invencible fue diezmada por los temporales de altamar.
Hoy en día es absurdo hablar de dos teorías pues ni siquiera los historiadores ingleses sostienen la primera de las dos posturas anunciadas, sólo la mantienen esos "sabios de bar" a los que me he referido al principio de esta exposición. Con ello piensan que dan lecciones de democracia, mientras que a los demás nos llaman "carcas", indocumentados e, incluso, fascistas (tiene narices el asunto).
La Historia:
En 1588 una gran flota española partió de Lisboa con la intención no de invadir Inglaterra, como creen muchos -entre ellos, mi sabio amigo-, sino la de ser escolta y dar cobertura al ejército español acantonado en Flandes bajo el mando de Alejandro Farnesio, duque de Parma. La Armada Invencible debía recoger a ese ejército y desembarcarlo en Inglaterra, poner cerco a Londres y, si fuera posible, dar captura a la reina inglesa, Isabel II, para "ponerla las peras a cuarto" (me encanta este refrán).
Ya antes de partir hubo problemas, el más grande de todos fue el repentino fallecimiento del artífice de esta Armada, el hombre que iba a ser su comandante: Alvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, el mismo que comandara, junto a Juan de Austria, la flota que derrotó al Imperio Turco en la batalla de Lepanto. Si desdichado fue este fallecimiento, más desdichada fue la elección de su sucesor: Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, un hombre de tierra adentro que no tenía ni pajuelera idea de cómo dirigir un ejército naval.
Nada más salir de Lisboa (entonces Portugal formaba parte del Imperio Español), cuando los barcos se encontraban a la altura de La Coruña, la Grande y Felicísima Armada (que así fue como se la denominó originariamente) sufrió el primer temporal. Muchas naves fueron arrastradas hacia el Golfo de Vizcaya y, otras muchas, hacia el Canal de la Mancha. Se necesitaron casi dos meses para volver a reunirlos a todos los barcos, otra vez. Y después de reunidos, pocos días más tarde, una nueva galerna separó, otra vez, cuarenta barcos del grueso de la flota, lo que hizo perder un tiempo precioso en la ejecución de los planes hispanos.
Cuando la Armada Española alcanza Inglaterra, la flota inglesa se había refugiado en Plymouth, muerta de miedo por lo que se le venía encima. Aquí está el error más grande del almirante español, don Alonso Pérez de Guzmán, pues en vez de atacarla y destruirla sin problemas (el viento impedía que los barcos ingleses abanonaran el puerto y se hicieran a la mar), siguió las órdenes estrictas marcadas por Felipe II de reunirse con el ejército de Flandes y pasó de largo. Si hubiera atacado y destruido esa flota inglesa -inmovilizada en puerto-, la historia del mundo, hoy, sería otra.
Tras pasar de largo, en medio de grandes temporales, la Grande y Felicísima Armada intenta refugiarse en la isla de Wight, pero es seguida de cerca por esa armada inglesa que estaba refugiada en Plymouth. Naturalmente, los ingleses ni sueñan con intentar un combate directo, sólo atacan a algún que otro barco rezagado con problemas por el temporal. Cuando la escuadra española se vuelve y planta cara, ésta ejecuta una maniobra espectacular -que se estudia en los libros de estrategia naval- adoptando una formación de media luna que imposibilita el acercamiento inglés. Los ingleses concentran su fuego en uno de los extremos de esa media luna, pero en cuanto los barcos españoles se acercan para el abordaje, los ingleses huyen con el rabo entre las piernas: en aquella época no había nada más temido que un español cabreado con una navaja de Albacete en la mano.
El paso del Canal de la Mancha fue horrible: temporal tras temporal, barcos que se perdían sin posibilidad de ser localizados, ingleses cebándose con alguna fragata española desarbolada y perdida y que huían como ratas en cuanto divisaban al galeón español que venía a rescatarla...
La única batalla digna de mención fue el cañoneo que se produjo frente a las costas de la ciudad francesa de Gravelinas (al lado de la frontera con Bélgica). El resultado fue el de siempre: huida inglesa tras agotar la munición y constatar que no había forma de hincar el diente a la flota hispana. Los españoles no consideraron esta huida como una victoria pues el objetivo de aislar el barco de Drake (almirante inglés) y darlo caza no fue conseguido.
Después de la batalla de las Gravelinas, nuevos temporales desplazan a la Armada Invencible hacia el Norte y el objetivo de reunirse con el ejército de Flandes se va al garete. Los barcos rodean toda la isla de Gran Bretaña y, tras múltiples naufragios, regresan a los puertos hispanos (Santander).
Las consecuencias:
La historia de la Armada Invencible es uno más de los episodios de la guerra entre España e Inglaterra que tuvo lugar entre los años 1585 y 1604. Si bien esta guerra acabó con victoria española -pese a lo que diga mi amigo, el erudito-, plasmada en el Tratado de Londres de 1604, en el que participó como legatario un villalpandino: don Juan Fernández de Velasco y Tovar, condestable de Castilla, el capítulo referido a la Armada Invencible (denominación que se debe a los propios ingleses cuando comprobaron que eran incapaces de acabar con ella) es considerado por los autores como una derrota española, simplemente porque no se consiguió el objetivo pretendido: transportar el ejército de Flandes hasta Inglaterra. La inmensa mayoría de los barcos, sobre todo los construidos específicamente para la guerra en el mar, volvieron sanos y salvos a España; los que quedaron por el camino fueron aquellas otras embarcaciones mercantes adaptadas para la ocasión.
España e Inglaterra se desangraron en esta guerra, sobre todo Inglaterra, que no tenía a su alcance los recursos americanos; guerra en la que hay otros episodios como los paseos de los infantes de marina españoles por el sur de Inglaterra, celebrando misas católicas a las que asistían los mismos ingleses (en contra de esa falacia tan extendida de que Inglaterra nunca ha sido invadida), la batalla de Blaye, la de Cornualles, la de Puerto Rico, todas ellas con aplastante victoria española, hechos históricos de los que mi amigo, el catedrático de "Historia de Taberna", no tiene ni la más remota idea. A él le dedico este artículo, sólo por ver si antes de hablar empieza, primero, estudiando un poco, que le hace falta.

Varo, indignado.