domingo, 31 de enero de 2010

La Grande y Felicísima Armada

A veces siento lástima de mi propio país, mejor dicho, siento lástima de tantos ignorantes a quienes se les llena la boca dando clases de historia en conversaciones de bar sin otra razón de ciencia que lo que les han contado, lo que han oído por ahí o lo que han leído en una mera nota a pie de página.
Perdonen ustedes que comience este artículo así, un poco indignado.
Llevo varias semanas investigando en relación a un tema de esos que me apasionan: La Armada Invencible, esa colosal flota organizada por el rey de España, Felipe II. El motivo de esta investigación es que tengo en mente un relato (no sé si extenso o breve) ambientado en esa época y momento históricos, de hecho ya he escrito algunas páginas. Y el motivo de esa indignación viene dado porque, ¡torpe de mí!, cometí el error de comentar esta idea con quien no debía hacerlo.

Además de tener ya casi la certeza de poder anunciar que en esa flota participaron algunos hijos de mi pueblo, Villalpando, lo que sí tengo muy claro es que cuanto aprendí de este tema en las clases de historia de mi querido profesor, el Hermano Francisco Ruiz, recién estrenada la década de los ochenta, era completamente cierto (como todo lo que este fraile me enseñó).
Verán ustedes: para resumir, existían dos teorías:
Primera: La Armada Invencible fue hundida y derrotada por la Armada Inglesa.
Segunda: La Armada Invencible fue diezmada por los temporales de altamar.
Hoy en día es absurdo hablar de dos teorías pues ni siquiera los historiadores ingleses sostienen la primera de las dos posturas anunciadas, sólo la mantienen esos "sabios de bar" a los que me he referido al principio de esta exposición. Con ello piensan que dan lecciones de democracia, mientras que a los demás nos llaman "carcas", indocumentados e, incluso, fascistas (tiene narices el asunto).
La Historia:
En 1588 una gran flota española partió de Lisboa con la intención no de invadir Inglaterra, como creen muchos -entre ellos, mi sabio amigo-, sino la de ser escolta y dar cobertura al ejército español acantonado en Flandes bajo el mando de Alejandro Farnesio, duque de Parma. La Armada Invencible debía recoger a ese ejército y desembarcarlo en Inglaterra, poner cerco a Londres y, si fuera posible, dar captura a la reina inglesa, Isabel II, para "ponerla las peras a cuarto" (me encanta este refrán).
Ya antes de partir hubo problemas, el más grande de todos fue el repentino fallecimiento del artífice de esta Armada, el hombre que iba a ser su comandante: Alvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, el mismo que comandara, junto a Juan de Austria, la flota que derrotó al Imperio Turco en la batalla de Lepanto. Si desdichado fue este fallecimiento, más desdichada fue la elección de su sucesor: Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, un hombre de tierra adentro que no tenía ni pajuelera idea de cómo dirigir un ejército naval.
Nada más salir de Lisboa (entonces Portugal formaba parte del Imperio Español), cuando los barcos se encontraban a la altura de La Coruña, la Grande y Felicísima Armada (que así fue como se la denominó originariamente) sufrió el primer temporal. Muchas naves fueron arrastradas hacia el Golfo de Vizcaya y, otras muchas, hacia el Canal de la Mancha. Se necesitaron casi dos meses para volver a reunirlos a todos los barcos, otra vez. Y después de reunidos, pocos días más tarde, una nueva galerna separó, otra vez, cuarenta barcos del grueso de la flota, lo que hizo perder un tiempo precioso en la ejecución de los planes hispanos.
Cuando la Armada Española alcanza Inglaterra, la flota inglesa se había refugiado en Plymouth, muerta de miedo por lo que se le venía encima. Aquí está el error más grande del almirante español, don Alonso Pérez de Guzmán, pues en vez de atacarla y destruirla sin problemas (el viento impedía que los barcos ingleses abanonaran el puerto y se hicieran a la mar), siguió las órdenes estrictas marcadas por Felipe II de reunirse con el ejército de Flandes y pasó de largo. Si hubiera atacado y destruido esa flota inglesa -inmovilizada en puerto-, la historia del mundo, hoy, sería otra.
Tras pasar de largo, en medio de grandes temporales, la Grande y Felicísima Armada intenta refugiarse en la isla de Wight, pero es seguida de cerca por esa armada inglesa que estaba refugiada en Plymouth. Naturalmente, los ingleses ni sueñan con intentar un combate directo, sólo atacan a algún que otro barco rezagado con problemas por el temporal. Cuando la escuadra española se vuelve y planta cara, ésta ejecuta una maniobra espectacular -que se estudia en los libros de estrategia naval- adoptando una formación de media luna que imposibilita el acercamiento inglés. Los ingleses concentran su fuego en uno de los extremos de esa media luna, pero en cuanto los barcos españoles se acercan para el abordaje, los ingleses huyen con el rabo entre las piernas: en aquella época no había nada más temido que un español cabreado con una navaja de Albacete en la mano.
El paso del Canal de la Mancha fue horrible: temporal tras temporal, barcos que se perdían sin posibilidad de ser localizados, ingleses cebándose con alguna fragata española desarbolada y perdida y que huían como ratas en cuanto divisaban al galeón español que venía a rescatarla...
La única batalla digna de mención fue el cañoneo que se produjo frente a las costas de la ciudad francesa de Gravelinas (al lado de la frontera con Bélgica). El resultado fue el de siempre: huida inglesa tras agotar la munición y constatar que no había forma de hincar el diente a la flota hispana. Los españoles no consideraron esta huida como una victoria pues el objetivo de aislar el barco de Drake (almirante inglés) y darlo caza no fue conseguido.
Después de la batalla de las Gravelinas, nuevos temporales desplazan a la Armada Invencible hacia el Norte y el objetivo de reunirse con el ejército de Flandes se va al garete. Los barcos rodean toda la isla de Gran Bretaña y, tras múltiples naufragios, regresan a los puertos hispanos (Santander).
Las consecuencias:
La historia de la Armada Invencible es uno más de los episodios de la guerra entre España e Inglaterra que tuvo lugar entre los años 1585 y 1604. Si bien esta guerra acabó con victoria española -pese a lo que diga mi amigo, el erudito-, plasmada en el Tratado de Londres de 1604, en el que participó como legatario un villalpandino: don Juan Fernández de Velasco y Tovar, condestable de Castilla, el capítulo referido a la Armada Invencible (denominación que se debe a los propios ingleses cuando comprobaron que eran incapaces de acabar con ella) es considerado por los autores como una derrota española, simplemente porque no se consiguió el objetivo pretendido: transportar el ejército de Flandes hasta Inglaterra. La inmensa mayoría de los barcos, sobre todo los construidos específicamente para la guerra en el mar, volvieron sanos y salvos a España; los que quedaron por el camino fueron aquellas otras embarcaciones mercantes adaptadas para la ocasión.
España e Inglaterra se desangraron en esta guerra, sobre todo Inglaterra, que no tenía a su alcance los recursos americanos; guerra en la que hay otros episodios como los paseos de los infantes de marina españoles por el sur de Inglaterra, celebrando misas católicas a las que asistían los mismos ingleses (en contra de esa falacia tan extendida de que Inglaterra nunca ha sido invadida), la batalla de Blaye, la de Cornualles, la de Puerto Rico, todas ellas con aplastante victoria española, hechos históricos de los que mi amigo, el catedrático de "Historia de Taberna", no tiene ni la más remota idea. A él le dedico este artículo, sólo por ver si antes de hablar empieza, primero, estudiando un poco, que le hace falta.

Varo, indignado.

14 comentarios:

Xibeliuss dijo...

Tómalo con calma, amigo. Casos como el que relatas suceden demasiado a menudo. Muchas de las fuentes de información que están al alcance de la mayoría son anglosajonas (bueno: el cine) y la gente no contrasta.
Creo que el gran problema estuvo en la elección de Alvaro de Bazán, evidentemente no capacitado para la misión.
De todas maneras, salvo error, en Las Gravelinas sí nos hicieron serio daño.
Saludos, Varo.

Fernando Cartón Sancho (Varo) dijo...

Hola Xibeliuss:
Sí, las Gravelinas fue el único momento en que la flota inglesa nos infligió algo de daño: un barco hundido y varios centenares de víctimas (unos 250-300). Para ello, los ingleses tuvieron que sacrificar tres naves convirtiéndolas en "brulotes" (barcos incendiados) que lanzaron contra la flota española, además de otros 200 muertos por su parte.
Como ves, tampoco es tanto el daño.
Cuando la armada española contraatacó, la inglesa puso pies en polvorosa tratando de evitar el cuerpo a cuerpo en el abordaje, algo que a los ingleses les causaba auténtico pavor, cosa que nunca he entendido ni de ingleses ni de holandeses, con quien nos hemos pegado tan a menudo, pues es gente fornida, bastante más que el español medio; sin embargo, siempre les hemos partido los morros en esos combates cara a cara. Será la mala folla que gastamos.

Anónimo dijo...

Intentando aportar algo mas de informacion a sobre la leyenda entre ingleses y españoles, en cierta ocasion un catedratico de historia de una universidad britanica, me comento que Inglatera empezo a ser algo algo, gracias a los barcos que venian de amercia cargados de oro que le robo a los españoles. Y segun me manifestaba, "es historia" no es opinion. Y es que ese oro de america es con lo que se mantenia un ejercito profesional como era el de la corona española.Los ingleses usaban piratas que se cobraban en botin.
Por algo a Sir Francisc Drake, pirata ingles con patente de corzo, le hicieron Sir.

Un saludo

Intercatiensis

Fernando Cartón Sancho (Varo) dijo...

Cierta tu opinión y la de tu catedrático inglés: Inglaterra se especializó en la rapiña de barcos españoles. Sin embargo, Drake es uno de esos personajes idealizados por Hollywood y ensalzados por la Leyenda Negra que los historiadores ingleses deberían revisar: más de una vez dejó a su suerte a sus propios hombres, abandonándolos a merced del enemigo. Sus fracasos como militar son múltiples y su catadura moral dejó mucho que desear.
No obstante, también hay que decir que existieron corsarios españoles que trajeron mártires a los ingleses.
Un saludo.

fosi dijo...

No luches con gente desarmada,seguro que ya se habra informado y se habra dado cuenta.
Coincido en que el mayor error fue la eleccion del almirante,los que somos de secano....
Un saludo.

Anónimo dijo...

Publio Quintilio Varo, soy el anónimo se tu "cumpleaños", desconozco con que persona has debatido sobre esta historia y el momento en que se produjo,pero en todo caso quiero dejar constancia que en su día a este anónimo le enseñaron dicha historia tal cual la narras, y por otro fraile precisamente, yo hubiera añadido que los irlandeses no se portaron muy bien con quien debían de ser sus aliados contra quienes les tenían dominados, cuando en las acantilados de Moher entre otros lugares no dudaron en practicar el pillaje con alguna de las naves que naufragaron en sus costas.
Un saludo y enhorabuena por tu documentado relato histórico

MADOLOK dijo...

Tranquilo...calma, recuerda lo que un dia me aconsejaste.
Un saludo.

MADOLOK

Toño dijo...

Cojonudo Varo, cuando dices "la historia del mundo, hoy, sería otra."

Fernando Cartón Sancho (Varo) dijo...

Fosi, Anónimo, Mado, Toño... Gracias por vuestros comentarios.
Ciertamente, estaba un poco cabreadillo cuando escribí este artículo, pero ya se me ha pasado (me acuerdo, Mado).
Muy certero, Fosi: la elección del almirante, que vino dado por razones de pertenecer a una alta cuna, más que por méritos, fue una grave equivocación; de haber elegido a Oquendo o Recalde, insignes marinos españoles (vascos), la historia habría sido muy diferente, ¿verdad Toño?
También es certero el comentario de Anónimo, en relación al pillaje sufrido por los náufragos en las costas irlandesas; pero también es cierto que hubo otros muchos irlandeses que dieron cobijo a esos náufragos, escondiéndolos, incluso, en sus casas.
Los raqueiros de la Costa da Morte en Coruña hacían algo parecido: provocaban naufrágios con señales costeras erróneas, durante la noche (episodio del SERPENT)para saquear los despojos.
Este tipo de actitudes sólo se explican por la miseria en que aquella gente vivía.
Saludos a todos.

J. J. Maroñas dijo...

Estupendo artículo Varo.
Y efectivamente, si se hubiese designado a alguien para dirigir esa flota, fuese gallego, asturiano, cántabro o vasco, es seguro que la suerte de la armada hubiese sido muy diferente.
Fundamentalmente porque por estos lares sabemos cuáles son las épocas y los síntomas de una galerna antes de que llegue; algo que un personaje de tierra adentro no puede conocer si no es habiéndolo vivido.
Culpa también de quien le nombró sin saber o dejarse aconsejar.
Y con respecto a esos que llamas "catedráticos de bar", si te acercas un día por tierras cántabras te puedo enseñar más de un ejemplar, a los que habría que poner nombre científico para su catalogación.
Un cordial saludo.

MADOLOK dijo...

Este blog está muy parado y eso decepciona a tus seguidores/as y no vale la excusa de el trabajo...cuando un hombre busca la excusa del trabajo, se lo impide cualquier cosa menos el trabajo.
Ya sabes mi estimado amigo, tus blogueros no admitimos excusas para tu silencio.
Un saludo cordial.

Zyrux dijo...

Hola

Creo que el primer mensaje el de Xibeliuus esta en un error, Don Alvaro de Bazan fue el elegido para comandar la flota pero no fue el quien las mando finalmente ya que fallecio, quien mando la flota fue Don Alonso Perez de Guzma Duque de Medina-Sidonia

Don BLas fue un gran marino que no conocio derrota temido por turcos, franceses e ingleses

Poesía dedicada por Lope de Vega en 1588 a D. Álvaro de Bazán:
El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.

Unknown dijo...

Muy buena la explicación pero Isabel II de Inglaterra dificilmente podría ser apresada por la Armada Invencible, estando hoy día vivita y coleando.

Fernando Cartón Sancho (Varo) dijo...

Perdón por el lapsus. ¡En qué estaría yo pensando! Gracias Andrés.