viernes, 1 de agosto de 2008

El cubo artillero del Palacio de los Condestables



De lo poco que queda del Castillo de los Condestables merece la pena detenerse unos minutos en el impresionante cubo artillero que aún queda en pie.
Ya sabemos que el actual Palacio se construyó hacia el año 1527 sobre las ruinas de otro castillo medieval, de la época de Fernando II de León (año 1170) que fue pasto de las llamas, afirmación que comparten muchos de los que saben de estas cosas, como el profesor José Avelino Gutiérrez González -a quien ya me he referido en otros artículos-, además de nuestro paisano D. Luis Calvo Lozano. Se les atribuye a los Comuneros de Castilla la causa del incendio que terminó con ese primer castillo de estilo gótico-mudéjar en 1521. Sobre las ruinas de éste, el condestable Don Iñigo I, con el favor del emperador Carlos V por su lealtad a la causa realista, levantó en 1527 el palacio que hoy conocemos, aunque muy pocos años después, tras llegar a España el genio de la arquitectura militar Micer Benedito (conocido también como Benedito de Rávena) el palacio fue mejorado significativamente siguiendo el proyecto que confeccionara dicho arquitecto.

Cuando se habla de arquitectura militar, hay que hacer hincapié en el profundo cambio de mentalidad que produjo la generalización de las armas de fuego, generalización que se había producido muy pocos años antes, con los Reyes Católicos. Si hasta entonces las fortificaciones medievales se dotaban de altas torres y muros, a partir de esa época, justamente en los años que se reconstruye el Palacio de los Condestables tras el referido incendio, las técnicas defensivas cambian radicalmente recortando considerablemente la altura de torres y murallas, reforzándose el grosor de ambas y dotándolas de pesadas piezas de artillería que se subían por medio de cabrias (una especie de grúas). Al bajar la altura de torres y murallas, éstas ofrecían menos blanco a la artillería enemiga y mayor estabilidad y durabilidad frente a los impactos. Pero la gran revolución en el arte de fortificar vino con la aparición del baluarte: una estructura arquitectónica que sustituía a la torre medieval en su labor de flanqueo de los muros. En su planta -generalmente pentagonal- y alzado -de pocos metros de altura- predominaban las líneas rectas, que desviaban mejor la trayectoria tensa de los proyectiles enemigos. Se dudó al principio entre la planta circular y la planta poligonal. De hecho, en este periodo al que nos referimos (años 1520-1580) muchos ingenieros y arquitectos militares (por ejemplo Girolamo Maggy y Giacomo Fusto Castriotto) defendieron las excelencias de la planta circular, como ocurre con nuestro Cubo del Palacio.

Efectivamente, el cubo tiene en su base un perímetro muy cercano a los 47 metros. Lo sé porque lo he medido con una cinta métrica. Su altura pensé calcularla por trigonometría, mediante el sistema de triángulos semejantes, pero al llegar al lugar me di cuenta de que las condiciones del terreno no lo permiten. Por ello dejaremos por el momento en suspenso este importante dato de la altura, aunque espero contar con la ayuda de Pablo Román, que de esto sabe más que yo y además supongo que dispondrá de otra clase de medios más modernos.

Lo que no cabe duda alguna es que el cubo estaba almenado -dotado de un coronamiento dentado- y entre almena y almena, en ese hueco que queda, se situaría un cañón o una "culebrina", más ligera que los cañones propiamente dichos. Partiendo de los 47 metros aproximados de perímetro he levantado la planta de la torre a escala 1:100. Su radio es de 7,50 metros aproximadamente. Sus paredes tienen un grosor de entre 2,5 y 3 metros (dato que tendría que afinar si alguien me ayuda a medir) construidas a base de sillarejo y rematadas con buen sillar, Contaba con dos ventanas que proporcionaban luz a dos de sus tres pisos: los huecos de las rejas de dichas ventanas se ven a simple vista. Entre ambas ventanas, en el piso intermedio, posee una tronera más que estuvo ocupada por un cañón. La luz se obtiene en este piso por una ventana que mira al interior del Palacio. El hueco de abajo daba salida al foso, aunque no era una puerta sino un acceso al agua. Como ya no queda ningún resto visible de las almenas, las dimensiones de éstas las he calculado de forma que el el hueco que queda entre almena y almena sea lo suficientemente amplio para que un cañón de la época pueda maniobrar y cubrir una amplia zona. Así pues, he tomado un metro como la distancia que separa una almena de otra en la circunferencia interior que se forma al colocar el almenado sobre el muro circular. Con esta distancia y con la escala indicada calculo que serían entre seis y ocho los cañones emplazados. En el plano he dibujado seis huecos (troneras) para seis cañones, uno de los cuales he representado también a escala. El acceso tendría lugar por una escalera interior. Todo ello puede verse en el plano que aparece en este artículo, que no pretende ser un plano exacto pero sí creo que es muy aproximado.

La ubicación de este cubo-baluarte es muy correcta para el fin que fue diseñado: flanquear los muros y proteger la cercana Puerta de San Miguel la cual, seguramente, también llegó a contar con alguna pieza de artillería. No es afirmación gratuita pues las otras puertas que quedan (Santiago y San Andrés) tienen varias troneras abiertas que prueban que las puertas de la villa estaban artilladas.

Respecto a qué tipo de artillería sostuvo el Cubo del Palacio, me inclino a pensar en ligeras piezas de bronce fundido del género culebrina, de calibre reducido y gran longitud de tubo -para aprovechas mejor la fuerza de los gases producidos por la combustión de la pólvora-, que constituyen la pieza característica del siglo XVI. La clasificación de las piezas de este género es difícil de hacer, pues cada fabricante daba las longitudes y espesores a su antojo, resultando que bajo una misma denominación existían piezas de diferentes pesos, y lo que era peor, de distinto calibre. Ajustándonos a documentos de la época, denominamos culebrina a la pieza que cargaba bala de 16 a 30 libras (7,5 a 14 Kgs.) y de calibres menores eran la media culebrina y el sacre o cuarto de culebrina. El peso de estas piezas era muy variable, en el Museo del Ejército de Madrid existen sacres cuyo peso es de 1.000 Kgs. y la magnífica culebrina Nta. Sra. de Guadalupe, cuyo peso es de 5.888 Kg y cargaba bala de a 24 libras (11,8 Kgs.). El alcance máximo de las culebrinas era de 4.500 m, pero eficaz de unos 400; 300 m para la media culebrina y 250 para el sacre, a partir de estas distancias no tenía la bala suficiente velocidad ni precisión, según afirma el Coronel de Artillería Don Antonio de Sousa y Francisco, de quien he tomado estos datos. A principios del siglo XVII empezaron a desaparecer, o por lo menos a no fundirse las piezas del género culebrina, aunque muchas de ellas quedaron en las dotaciones de las plazas fuertes hasta mucho tiempo después. Varias piezas de este género que se exponen en la Planta de Artillería del Museo del Ejército, curiosamente fueron capturadas a los moros en la Campaña de Africa de 1859-60, es decir, estuvieron en servicio más de 200 años. He añadido también la foto de una culebrina para mejor comprensión.

Varo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Really good post!