
No siempre esta plaza fue así.
Volvamos a los años de la repoblacion, allá por 1170, cuando Fernando II de León quiso hacer de esta villa la vanguardia de su reino en una frontera imprecisa con la vecina Castilla que venía pisando fuerte. Entonces, tenía otro nombre, se llamaba "Plaza de las Carnicerías", y dicen que así se la conocía porque en ella se ubicaba la picota donde se ajusticiaba a los reos de delitos graves. En esa época era mucho más pequeña, irregular y tampoco había soportales.
Ha sido un acierto descubrir y dejar marcada la línea de la primera muralla, lo que permite darnos perfecta cuenta de su trazado y dimensiones.
La puerta que existía al inicio de la calle Real -frente al Banco Español de Crédito- y los lienzos de
esa primitiva muralla del siglo XII desaparecieron para siempre cuando el progreso de la villa y la tranquilidad que supuso la unión con el reino castellano en 1230 ahogaron los muros adosándose a ellos barrios enteros que hacían inútiles esas defensas. Tras construirse el segundo recinto amurallado (a comienzos del siglo XIV) se vio la necesidad de ampliar la vieja Plaza de las Carnicerías, que desde sus inicios venía dominada por la imponente construcción que la orden del Templo tenía a su cargo: la iglesia de Santa María y la casa-fortaleza adosada a ella

Pero no es sino a partir de 1450 cuando empiezan a acometerse tareas en tal sentido. Se demolió la vieja muralla retranqueándose todos los linderos excepto el de la iglesia. Y, siguiendo a Calvo Lozano, es en esa época cuando comienzan a construirse las casas con soportales en el lugar que ahora las conocemos formándose una plaza completamente rectangular. En el lado de ese
rectángulo donde se ubica la iglesia de Santa María del Templo (actual Ayuntamiento), los soportales fueron algo posteriores pues fue necesario un acuerdo con el Obispo de León, Domingo Manrique, para que permitiera al cabildo villalpandino construir esos portales y la casa del Ayuntamiento sobre la fachada de la iglesia. Ese permiso fue concedido en el año 1469.


En los capiteles, son muy llamativos los blasones -todos de la misma época- de las familias hidalgas que poblaban la villa. Es una pena que la mayoría de ellos estén en un pésimo estado de conservación por la poca resistencia que ofrece a la acción de la atmósfera la piedra caliza sobre la que están hechos. También queda algún capitel con figuras zoomorfas muy interesante.


Varo.