domingo, 27 de diciembre de 2009

Fuegos en el Sena


Inevitable fue la evocación de mis días felices con Katia, cuando ella me esperaba al pie de las efigies ecuestres del puente Anichkov, o cuando me cogía del brazo, como hacen las parejas formales, guiándome por rincones mágicos de canales, columnas, espacios empedrados y estatuas que parecen hablar, como estas del Jardín de Verano que gracias a ella conocí.
Pero en esos días, el verano ya había terminado al norte del paralelo 59. A finales de septiembre hay veces que, incluso, nieva. Por eso el jardín que me encontré se me antojó muy diferente al que Katia me había mostrado. Bajo un cielo gris, amenazante, los olmos y robles centenarios ponían en juego toda una gama imposible de amarillos, anaranjados y ocres, esparciendo al viento miles, millones de hojas como motas de color en un pictórico escorzo final. Las estatuas seguían allí, observando a todo aquél que venía a visitarlas, escuchando discretamente conversaciones ajenas, promesas y mentiras de paseantes, deseos, desvelos y hasta el pensamiento oculto de las mentes confusas, como entonces la mía.
Me llevaron mis pasos al pie de la estatua del Tiempo. ¿Qué es el tiempo sino vacío? Pensaba yo para mis adentros.
Me detuve al pie de aquella estatua y el viejo que sostenía un reloj de arena en la mano me dijo que el vacío proviene sólo de la oscuridad del alma atormentada. ¿Qué es el tiempo sino esperanza? Esperanza y también memoria.

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Estos párrafos que acabo de transcribir pertenecen al último relato breve que he terminado hace unos días. Se titula FUEGOS EN EL SENA y está ambientado en las ciudades de Moscú y San Petersburgo, en la época actual.
He pretendido crear una historia muy distinta a todas las que he escrito hasta ahora. También es la más larga. He echado mano a ciertos recursos que no utilizaba y mi intención fue dotar a la trama de intriga, acción y pinceladas de cine negro. No sé si lo habré conseguido. Me lo dirán ustedes dentro de muy poco cuando salga publicado junto con los demás cuentos.

Varo.
P.D.: La foto corresponde al Jardín de Verano de San Petersburgo, uno de los lugares donde se desarrolla la trama de esta historia.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El Cerro de San Marcos

Mi pueblo no tiene sierras, ni picachos ni montañas. No hay cordilleras que cierren el paso a las nubes, ni puertos ni verdaderos valles...
Mi pueblo es una tierra abierta. Abierta al sol, al viento, a la helada nocturna.
Tan sólo algún promontorio aislado destaca en la Tierra Gótica de Villalpando. En esa llanura ondulada, vieja frontera entre León y Castilla, se alza modestamente un testigo privilegiado de nuestra historia: El Cerro de San Marcos.
Son apenas unos metros de desnivel sobre la altura media del terreno, sin embargo, la escasez de otras alturas mayores en la zona permite desde su cima una vista espectacular. En los días claros se distinguen con nitidez las cumbres mágicas y nevadas del Teleno o la montaña asturiana, aún más lejos. Esos son nuestros horizontes.
Dicen los libros que en el Cerro de San Marcos hay restos de la última edad del hierro, probablemente vacceos, nada extraño si nos percatamos del extraordinario emplazamiento que supone la presencia de un manantial en la misma falda del Cerro, con agua garantizada todo el año (cuando era niño sí, ahora ya no lo aseguro) y una elevación considerable que dispensaba protección y abrigo a sus moradores celtas. Recorriendo su ladera de levante -que es donde los libros ubican el antiguo poblado- no he encontrado ni un solo vestigio que me permita corroborar esta afirmación, a no ser las terrazas construidas en la misma de forma muy inteligente, aprovechando la loma para un uso forestal (almendros) actualmente abandonado. Sin embargo, con los medios de que dispongo, no puedo aventurar la antigüedad de estas terrazas. Sólo que no son de antes de ayer. A los mozárabes, allá por el siglo XII -cuando la repoblación de Villalpando- les encantaba esto de practicar terrazas en los montes. En la cima sí que son visibles aún los restos de alguna construcción de piedra, pero se trata de viejas cabañas de pastores.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, El Cerro ha dado mucho juego: De él se han extraido toneladas de tierra para pavimento de caminos; ha servido como polígono de tiro, pista para amantes del motocross, plataforma para tiro al plato, ubicación de un repetidor de televisión... En fín, no se le puede esquilmar ya más...
No obstante, la utilidad que a mí me reporta el Cerro de San Marcos es la de ser mi mirador particular, mi ventana al mundo, a ese mundo amplio que sólo aquí es posible contemplar hasta ensancharse el alma.
Hoy, casi de milagro, la niebla se levantó vencida por el sol de otoño. Hice estas fotos para mostrarle al mundo que mi Tierra Gótica también es hermosa.
Varo.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

Carta a mis lectores

Hola amigos:
He querido pasar hoy por aquí no para hablaros de historia, ni de poesía, ni de villas romanas, ni, mucho menos, de la grandeza de un rey godo que batallara en esta tierra hace más de mil años...
Hoy me asomo a este blog para daros una noticia.
Una buena noticia.
Pero vamos por partes.
Primero, quiero pediros disculpas por estas ausencias mías tan prolongadas. Ya sé que llevo más de un mes sin dar señales de vida; es más, alguno de vosotros me lo ha recordado. En mi descargo sólo puedo decir que he tenido motivos para ello.
Ahora que me encuentro aquí sentado, frente a la pantalla, en el silencio de la noche, es el momento para confesar que esta ventana mágica os la debo a vosotros, a vuestro interés, a los correos que me mandáis y que tanto tardo en contestar, a los que me espoleáis de vez en cuando proponiéndome algún tema... Creo que todo mensaje necesita de un público, de lo contrario no sería más que voz que clama en el desierto...
Hoy, bien entrada la noche, he recibido una llamada. Era un número con prefijo poco usual. Me llamaban desde tierras andaluzas para decirme que mi relato breve "LA PROMESA" había ganado el IX Certamen Literario de la Casa de Castilla y León en Sevilla. Ya es oficial y lo puedo decir. Y lo digo porque me hace mucha ilusión.
Esta era la noticia que tenía que dar.
Debo este premio a todos mis lectores, y en especial a Madolok, a Félix, a Xibeliuss, a Foxy, a José Antonio y su compañera de curro, a Arena, a Arribesmar, a Olga y a mi madre, sin los cuales nunca habría emborronado todas estas páginas.
P.Q. Varo.

martes, 15 de septiembre de 2009

Casa Rural en Villalpando (Iglesia de Santiago)



Acostumbrado a la ruina progresiva que aqueja a nuestro patrimonio monumental, a veces se me pone la piel de gallina cuando, en contadas ocasiones, alguien consigue sacar de la desidia y el olvido algún lugar impensable pero que siempre estuvo ahí, a la sombra del tiempo, oculto por la mugre de los siglos, como si fuera un enfermo terminal de la Historia.
Pero, para mi gozo, esta vez el enfermo se ha salvado. Y no sólo eso, sino que además, ha regresado con bríos renovados. Me estoy refiriendo a la Iglesia de Santiago de Villalpando, que tras muchos años de estar oculta al público y en ruina progresiva ha sido reconvertida -una parte de ella- en Casa Rural.
No pretende ser este artículo una oda de alabanza y peloteo ni a su dueña ni al resultado de su trabajo. Pero sí quiero que sea una carta de reconocimiento a su idea, su labor y, sobre todo, a su buen hacer. En mi opinión, es así como debe entenderse la rehabilitación privada de cualquier monumento histórico-artístico: conservando los vestigios del pasado, redecorando de acuerdo al estilo y dotando al monumento de un uso civil. Parece fácil, pero cuesta mucho (tiempo y dinero).
Los orígenes de la iglesia de Santiago están en el siglo XII, a finales de esa centuria, cuando la villa de Alpando se convierte en un bastión de frontera frente a la pujante Castilla. Ya he dicho en otros artículos que, en esa época, Villalpando fue mimado por los reyes leoneses con privilegios y prevendas que propiciarion un importantísimo crecimiento demográfico y económico. Enseguida su primer recinto amurallado se vio ahogado por múltiples barrios que se adosaban a la primitiva muralla, inutilizándola. En esos nuevos barrios se construyeron iglesias, algunas de las cuales fueron cimentadas sobre antiguas ermitas. Una de esas iglesias construida en los años que el románico soñaba ya con ser gótico, es la de Santiago el Mayor, de tres naves, una de las cuales, la de San Cayetano, es la que se ha rehabilitado como Casa Rural. Parece ser que esta parte de la iglesia fue vendida a un particular ya en el año 1903, utilizándose como almacen de grano. El resto de la iglesia pasó a manos privadas en los años 50 y durante más de medio siglo sus bóvedas, cañones, arcos semiapuntados , la piedra de sus muros y ladrillos mudéjares quedaron ocultos como si nunca hubieran existido.
Ahora todo eso ha salido a la luz: las piedras y los ladrillos se han limpiado, casi hasta sacarlos brillo; se han descubierto sus arcos semi ojivales redistribuyéndose con elegancia los interiores, dotando así al edificio de ese uso civil necesario para su mantenimiento y conservación. Ejemplo de cómo la iniciativa privada puede contribuir en gran medida a la conservación de nuestro patrimonio.
La casa consta de dos plantas que se alquilan conjuntamente o por separado. Todo es nuevo, pero parece antiguo. Y lo que no es nuevo está restaurado. Muchos muebles, armarios, objetos sobre mesas y aparadores... me recuerdan las películas del cine mudo... Las camas de hierro fundido, las vigas, los adobes... confieren un clima cálido a ese lugar, vieja iglesia que no quiso ser carne de retroexcavadora.
Deseo larga vida a este remanso de paz.
Varo.

viernes, 21 de agosto de 2009

El Museo Británico

Andando por esos mundos de Dios me topé con el Museo Británico.
Aunque habría necesitado una semana entera para verlo con detalle, por la brevedad de mis vacaciones tuve que hacerlo en una sola mañana. Es obvio que la mayoría de sus salas las vi a vuelo de pájaro, casi sin detenerme. Pero sí me paré, de vez en cuando, ante alguna de sus piezas que me llamó especialmente la atención. Esta es la impresión de mi fugaz visita al, probablemente, mayor museo del mundo, el de más calidad de todos cuantos conozco.
En primer lugar diré que la entrada es gratuita, lo cual es de agradecer pues nada es barato en ese pais. Como anécdota contaré que en otros paises, por ejemplo Rusia, los precios son diferentes para nacionales y extranjeros. A estos últimos nos clavan bien, mientras que los primeros pagan una miseria, lo que hace que te quedes con cara de bobo cuando te enteras.

Las instalaciones del British Musseum son soberbias. Se trata de un conjunto de majestuosos edificios cobijados todos ellos bajo una imponente cúpula de cristal. Todo está muy cuidado, bien vigilado y, además, te dejan hacer fotos.
Las piezas y obras que se conservan en este Museo se agrupan en salas temáticas. Hay cientos de ellas, desde la prehistoria hasta los siglos XVIII y XIX. Estas últimas no las vi, ya no me sujetaban las piernas.
Me centré en el mundo antiguo, que es lo mío. Y así, destacaré las salas dedicadas al Imperio Persa, el antiguo Egipto, el mundo greco-romano (una delicia), la invasión de los bárbaros (o "migración de los pueblos", como dicen los alemanes) y las salas dedicadas a la presencia de Roma en Britania y los años posteriores tras ser abandonada la isla a su suerte.
Una de las piezas maestras que se conservan en el Museo es la PIEDRA ROSETA.
Fue descubierta por los soldados de Napoleón en Egipto en 1799, mientras construían un fuerte en su guerra contra los ingleses. Cuando los franceses se disponían a traerla a Francia, llegaron los ingleses y se la robaron. La trajeron aquí, a Londres, y aquí se quedó para siempre, como tantas otras cosas que han tomado "prestadas" a golpe de cañón y bayoneta de las naciones por donde la Royal Army se ha paseado (incluida España). La Piedra Roseta contiene un decreto del Faraón Ptolomeo V, del año 197 a.C.. Ese decreto está escrito en las tres lenguas que se hablaban en el Egipto de aquella época: el idioma de los jeroglíficos, el copto-demiótico y el griego. Gracias a ello y dado que el griego y el copto-demiótico eran lenguas cuya estructura se conocía fue posible descifrar el lenguaje de los jeroglíficos. Desde entonces se han podido descifrar las inscripciones del antiguo Egipto. La foto que aparece aquí está tomada de una reproducción que me compré en la tienda de suvenirs para turistas. Hacerla del original fue misión imposible dada la cantidad de gente que la rodea en todo momento.

Otra de las "salas estrella" es la dedicado al MAUSOLEO DE HALICARNASO.

El Mausoleo de Halicarnaso fue una momumental tumba de mármol blanco dedicada al rey de Caria (en la actual Turquía) llamado Mausolo; de ahí el nombre. Parece ser que fue terminado a mediados del siglo IV antes de Cristo y por su majestuosidad y estilo ha sido considerado una de las siete maravillas de la antigüedad. Lo mejor de las ruinas del Mauseleo está aquí, en el British Musseum, pues lo que queda en Turquía son cascotes y cimientos (que no se los pudieron traer). Diré que este rey de Caria, Mausolo, nada relevante hizo en vida ni por su pueblo ni por su reino. Lo mejor que hizo fue esta tumba que ni siquiera llegó a ver terminada. Un zángano que ha pasado a la historia de estas maneras.

Para los turistas el morbo está en las múltiples salas dedicadas al ANTIGUO EGIPTO.

Hablo del "morbo" porque no encuentro otra explicación. Estas salas están plagadas de turistas que no paran de fotografiar las múltiples momias y sarcófagos de faraones, gatos y cocodrilos del Nilo que llenan las vitrinas. Me costó un triunfo fotografiar la momia de Cleopatra I (la de Marco Antonio es Cleopatra VI, para que no haya dudas). La foto de esta momia es la situada sobre estas líneas. Las otras corresponden a otros personajes relevantes del siglo IV antes de Cristo.

Pero donde realmente disfuté fue en las múltiples salas dedicadas al MUNDO GRECO ROMANO.

Efectivamente, son por lo menos 30 ó 40 salas dedicadas a la presencia de Roma en Britania, a la isla de Chipre, a las legiones romanas, al empuje de los pueblos bárbaros, a los sajones, los anglos, los jutos e, incluso, nuestros visigodos. Como estas salas carecen de "morbo" se me facilitó mucho más la tarea de explicarles a quienes me acompañaban (mi hermano, cuñada y esposa) el significado y destino de muchos de los objetos expuestos. Gracias a Dios no me ocurrió lo que siempre me ocurre cuando visito en compañía un museo: que otros visitantes se acoplan a mi grupo y al final parezco un guía oficial arrastrando a una multitud que me sigue atendiendo mis explicaciones. Créanme que esto no es vanidad sino realidad. En Mérida me ocurrió que una familia catalana quería pagarme por mis explicaciones; no lo consentí pero nos invitaron a mí y a mis amigos a comer en un fast food.

Volviendo al Museo Británico, cuando mi familia se cansó de seguirme y me quedé solo me sumergí en la soledad de alguna de las salas, sólo interrumpida por el flash de una pareja de japoneses que parecían seguirme. A pesar de que la romanización de la isla no fue tan intensa como en Hispania, los ingleses dan mucha importancia a sus antepasados romanos. Piensan que eso les da un cierto pedigrí, ya que lo que les vino después (sajones, anglos...) fue para echarse a temblar. En pocos años, tras la invasión en diversas oleadas desde comienzos del s. V, la isla quedó sumida en el más absoluto caos retrocediendo culturalmente varios siglos atrás. Las tres legiones que Roma tenía destacadas en Britania: una de "comitatenses" (infantería pesada) y otras dos de "limitanei" (infantería ligera) fueron llevadas por el autoproclamado emperador Constantino III para luchar contra el emperador legítimo Honorio (Hijo de Teodosio el Grande). Mientras los romanos se pegaban entre ellos por los despojos del impero, los hunos, burgundios, vándalos y suevos se frotaban las manos y cruzaban las fronteras sin apenas oposición eficaz. Así les fue.
Meditando un poco me di cuenta que nuestra historia peninsular no es muy diferente a la de la gran isla británica: un sustrato celta común, posterior romanización y postrera invasión bárbara. Es decir, son casi mil años de historia común. Lo que nos diferencia de ellos (aparte de los árabes) es que a nosotros nos tocaron los bárbaros menos bárbaros de todos pues cuando los visigodos llegaron a la Península Ibérica ya venían muy romanizados: eran federados del imperio, cristianos (arrianos) y sus élites dirigentes gustaban del refinamiento romano. No así ocurrió con anglos y sajones, que eran auténticos cafres sólo superados en burrería por los vándalos.
Bueno, para terminar dejo aquí varias fotografías de ese mundo romano-británico que los ingleses cuidan con mimo.
Recomiendo la visita de este museo que me ha encantado, al igual que la ciudad de Londres, antigua Londinium. Por eso, este artículo quiero dedicarlo a mi hermano Roberto que, si hubiera vivido, habría disfrutado aquí más que ninguno de nosotros.
Varo.

sábado, 8 de agosto de 2009

GLADIATOR

Le prometí a uno de los lectores de este blog que el siguiente artículo que saldría publicado sería un poco más "ligerito", tal como dicho lector me sugería en su comentario. Bien. No sé si seré capaz de lograrlo con el tema de hoy pero, de todas formas, le agradezco a él y a todos los que se asoman por aquí su interés por estas páginas que sólo pretenden recordar la historia, recrearse en el arte y dar a conocer esta pequeña patria donde vivo: Villalpando y su Tierra de Campos. Si soy sincero, hasta hace bien poco pensaba que todas estas "historias de Varo" sólo le interesaban a Varo. Me alegra saber que no tenía razón.

En fin, vamos al tema.
Hoy he vuelto a ver, por enésima vez, la película "Gladiator". Los primeros diez minutos de la cinta son, en mi opinión, lo mejor de ella. Me refiero a la recreación de la batalla contra los germanos; salvo ciertos detalles, está muy lograda. Históricamente, esta secuencia se corresponde con una de las múltiples batallas y escaramuzas que tuvieron lugar en la frontera del Danubio durante los últimos años del emperador Marco Aurelio. Concretamente, en la película, esa batalla habría tenido lugar en el año 180 d.C, año que muere el emperador citado. Igualmente, la legión desplegada sería la III Itálica -como así me ha parecido ver en unos fugaces fotogramas-. Todo ello es veraz y rigurosamente cierto: Marco Aurelio murió allí, en Vindobonna (actual Viena), en el año 180, y la III Itálica también estuvo allí. Precísamente fue reclutada por este emperador para repeler a cuados, marcomanos y lombardos que se habían empeñado en cruzar la frontera del Danubio.
Pero además de la Legio III Itálica, también participó en esta batalla-o en otra de la misma guerra- la Legio X Gémina, la misma que ocupó durante varias décadas el campamento romano de Petavónium, en la zamorana localidad de Rosinos de Vidriales (dicho sea por puro prurito nacionalista).
Pero hay algunas cosas con las que ya no voy muy de acuerdo: Por ejemplo, he creido ver el estandarte de la Legio VII Gémina, que nunca estuvo en Germania, tan sólo estuvo acuartelada unos pocos años en Panonia (Hungría), asentándose posteriormente desde el 74 d.C hasta el final del Imperio en el campamento de la Legio VI Victrix dando origen a la ciudad de León.
Tampoco me convence la utilización en la película de artillería, justamente en una batalla que tiene lugar en un bosque. Cierto es que la ingeniería romana (también griega) había desarrollado una sofisticada maquinaria de guerra que, de hecho, no se superó hasta la aparición de las armas de fuego. Pero son, en su mayoría, máquinas de asedio, es decir, concebidas para el ataque estático a las murallas de una ciudad, en terrenos despejados. En sus desplazamientos se movían semidesmontadas arrastradas sobre ruedas por varias parejas de bueyes, lo que hacía muy lento su movimiento e imposible en los terrenos difíciles (por ejemplo, los bosques). Los onagros, que así se llamaban estas armas de torsión -descritas ya por los griegos en el 200 a.C-, también podían lanzar bolas de paja y resina ardiendo ("fuego griego"), pero sus disparos eran mucho más imprecisos. No creo que se utilizaran en las batallas que tuvieron lugar en los bosques de Vindobonna, en los últimos años de Marco Aurelio.
Sin embargo, en mi opinión, creo que esas batallas tuvieron que ser aún más cruentas de lo que muestra la película, precisamente por el difícil carácter de los enemigos que se enfrentaban a Roma y por la complicada orografía de los lugares donde se desarrollaron, lugares en los que las técnicas y tácticas de guerra romanas no eran efectivas. Como ejemplo, citaría las tres legiones que P.Q.Varo perdió en el bosque de Teotoburgo, también contra los germanos. Su desplazamiento en columna (no podía ser de otra manera) a lo largo de la selva de Teotoburgo hizo de esas legiones un blanco muy fácil, tan fácil que las tres legiones (la XVII, XVIII y XIX) fueron masacradas. Esto ocurrió en el año 9 d.C. Pocos años después, en el 16 d.C, Germánico volvió a poner firmes a los bárbaros del otro lado del Rhin, vengando la derrota de Varo y recuperando los estandartes de esas legiones que nunca más volvieron a ser reconstituidas. La foto del margen corresponde a la zona donde tuvo lugar esa batalla, muy similar a los lugares donde Marco Aurelio combatió a los germanos. Ustedes me dirán si la artillería romana pudo moverse por esos andurriales.
Respecto de la caballería que aparece en la película, diré que las legiones romanas contaban con dos "alas" de caballería, en total unos 500 hombres como mucho. Pero el poderío militar de la legión romana no residía en la caballería, sino en la infantería. Los equites romanos (en la época de Marco Aurelio), no eran fuerza de choque, sino auxiliar: ejercían labores de exploración, vigilancia, escolta y protegían los flancos de la legión (por eso se llaman "alas"). Quiero recordar que los romanos no conocieron los estribos hasta el final del imperio de Occidente, lo que hacía que el jinete fuera derribado fácilmente cuando cargaba. Los estribos fueron conocidos en el mundo romano tras ser derrotadas duramente las legiones por los visigodos en la batalla de Adrianópolis (año 378 d.C), quienes, a su vez, los habían importado de los hunos, y éstos de los chinos, quienes los habían conocido de los hindúes. Este detalle tampoco se ha cuidado en "Gladiator", pues la montura de Máximo luce unos preciosos estribos (este tipo de cosas son las que me revientan una película)
Precisamente, la derrota de Adrianópolis (en la Turquía europea) hizo que se abandonara el tradicional sistema de legiones para adoptar uno nuevo basado en unidades más pequeñas, muy móviles, reclutadas muchas veces de entre los pueblos bárbaros federados con el Imperio, y en las que la caballería adquirió mayor preponderancia, embrión de lo que sería la caballería pesada medieval.
Por lo demás, respecto del legionario de a pie que aparece en "Gladiator", aunque bastante idealizado, creo que su indumentaria y aspecto se han conseguido (salvo un par de legionarios que aparecen con pantalones vaqueros). En las batallas que tuvieron lugar en los bosques del Danubio debieron de avanzar en líneas por la imposibilidad de hacerlo en "testudo"o formación de tortuga. Ello implicaba la sujección del escudo rectangular (scutum) con la mano izquierda y el "pilum" (lanza ligera) con la derecha. El avance se hacía por cohortes, al paso y sin romper la formación, lo que causaba pavor a los desordenados germanos. A la distancia adecuada, el centurión daba la orden de lanzar el pilum, desenvainando inmediatamente el gladio (espada corta importada de los celtas). Instantes después comenzaba el cuerpo a cuerpo pero no de una forma impulsiva y desordenada (como solían hacerlo los pueblos germanos) sino de forma compacta, lo que implicaba que el hueco que dejaba el legionario caido fuera inmediatamente ocupado por otro compañero. Así habían luchado también los oplitas y las falanges griegas.
Como ya he dicho, esta fue la forma romana de hacer la guerra hasta la irrupción de la vertiginosa caballería goda en Adrianópolis. Lo que vino después podría ser objeto de otro artículo, si es que interesa.

Varo

domingo, 2 de agosto de 2009

CELTAS Y VACCEOS (2ª PARTE)

Tras la publicación de la primera parte de mi artículo "Celtas y Vacceos" han sido varios los correos privados que he recibido preguntándome acerca de diversas cuestiones relativas al mundo céltico; cuestiones más bien relacionadas con su modo de vida, religión, idioma, carácter, relaciones con otros pueblos...
En fin, como el tema da para mucho voy a intentar dar respuesta de forma sintética a todas ellas sin pretender ser exhaustivo, sólo divugativo, que es la intención que siempre tengo cuando escribo un articulillo en este blog.
En cuanto a la lengua:
Si bien la mayor parte de las lenguas célticas desaparecieron en el devenir de la historia, aún se conservan algunas de ellas, como el galés, gaélico irlandes y el gaélico escocés (que, por cierto, conviven en perfecta armonía con el inglés, sin imposición alguna de una sobre otra). Otras, como el córnico (hablado en la región de Cornualles -Inglaterra- hasta el s. XVIII), el Manx (o manés) hablado con normalidad en la isla de Mann hasta el siglo XIX (en 1830 lo hablaba el 30% de la población isleña; el último hablante nativo de manés o manx falleció en 1974) desaparecieron para siempre o -como el caso del Manx- está intentando ser recuperado sobre la base del empeño de los gobernantes locales que intentan refundar y reflotar el idioma sobre unos pilares más políticos que lingüisticos (algo similar a lo ocurrido en algún territorio de España). Otras, como el bretón, hablado en la península francesa de Bretaña y de grandes similitudes con el galés, están muy influenciadas por las lenguas adyacentes (el francés, en este caso) y han perdido gran parte de ese marchamo céltico que las caracterizaba.
De las lenguas célticas habladas en la Península Ibérica quedan vestigios en la toponimia, en algunas formas gramaticales utilizadas en zonas muy localizadas y en las raices de algunas palabras. Pero nada más. La romanización de la Hispania Romana fue tan fuerte que los idiomas célticos peninsulares y preexistentes cedieron a la presión del latín. Querer vincular el gallego o "bable-asturiano" con el tronco lingüístico céltico es, sin más, una exageración muchas veces interesada. Respecto de esta última, el asturiano (o bable), su procedencia es inequívocamente latina, con un lógico sustrato prerromano (palabras como "boroña", "llócara"...) y un superestrato posterior a la llegada del latín, es decir, las influencias que tuvieron lugar con posterioridad a los romanos: los germanismos aportados por la influencia visigoda (y acaso sueva), que en esta zona fue fortísima debido a la concentración de población hispanovisigoda tras la derrota de Guadalete.
No obstante, dicho lo anterior, existe más proximidad de la que podríamos suponer entre nuestros idiomas hispanos (derivados del latín) y las lenguas célticas. Éstas, al igual que el latín, proceden de un tronco "indoeuropeo" común. En este punto vienen a colación las explicaciones de Theodor Mommsen contenidas en su "Historia de Roma" (Volumen I), por quien mi catedrático de Derecho Romano, Armando Torrent, sentía auténtica devoción. Decía Mommsen que las razas indogermánicas (entre ellas, los posteriores grupos célticos) tienen su patria en la región occidental del centro de Asia. De ahí es donde han partido, unas hacia el sur (la India) y otras hacia el noroeste (Europa), pero antes de llegar a Europa permanecieron algún tiempo en en Persia y Armenia, en donde -dice Mommsen- inventaron el cultivo de la vid y el de los campos. El trigo, la espelta y la cebada son oriundos de Mesopotamia (sic). En su viaje a Mesopotamia, algún grupo como el de los helenos (griegos) y germanos se desgajó y empezó una andadura independiente. Entre otras cosas ello explica que la palabra "mar" sea similar para los idiomas eslavos (moria), latinos (mare) y célticos (mair) pues estas tres ramificaciones de pueblos indoeuropeos debieron llegar juntos -dice Mommsen- a las orillas del mar Caspio y mar Negro, mientras que para los germanos la palabra es "sea" y para los griegos "thalassa".
Por ello, insisto, los idiomas célticos y los latinos derivan de un tronco indoeuropeo común que los asimila en vocabulario y cuestiones gramaticales. La similitud es fácilmente comprobable si se hace una comparación con las lenguas no indoeuropeas (las lenguas semíticas, por ejemplo). No quiere decir esto que lenguas célticas y latinas sean hermanas. No, hermanas no, pero tal vez sí primas segundas. Llegados a este punto me gusta siempre poner un ejemplo:
- La palabra "madre": En viejo irlandés es "máthir"; en el idioma de los galos franceses: "maitres"; en latín: "mater"; en griego dorio: "máter"; en ruso "mat", lo que demuestra que la raiz de la palabra es idéntica en todas ellas.
Las lenguas célticas evolucionaron del primitivo e hipotético idioma indoeuropeo distinguiéndose por fenómenos fonéticos constantes y muy claros, por ejemplo:
- la caída de la "p" indoeuropea, ya sea inicial o media: La palabra "padre" en sánscrito es "pítar", en latín "pater", mientras que en viejo irlandes la "p" decae quedando la palabra "athir". O la palabra "cerdo": "porcus", en latín y "orc" en gaélico.
- la "e" indoeuropea se transforma en "i" en céltico: La palabra rey: en latín es "rex" en céltico "rix" (De ahí el nombre de muchos reyes galos: Vercingetorix, por ejemplo).
En cuanto al modo de vida de los celtas:
Centrándome en los Vacceos, que son los que me tocan de cerca, diré que Schulten supone una población de 320.000 habitantes para el territorio vacceo (cuenca del Duero medio), lo que significa una elevada densidad de población para el territorio vacceo si tenemos en cuenta que con anterioridad a la llegada de los romanos todos los habitantes de la Península no superarían los 3.000.000 de habitantes (en este mismo sentido se pronuncia Federico Wattemberg, autor de un genial estudio titulado "La Región Vaccea, Celtiberismo y Romanización en la Cuenca Media del Duero", que, por supuesto, tengo en mi biblioteca). A esta elevada densidad de población contribuyó "la riqueza y fertilidad del suelo para mantener una población cuya ocupación principal era la agricultura" (F. Wattemberg). El hábitat rural parece haber sido disperso por las menciones que hace Apiano al relatar las campañas de Lúculo contra Intercatia y Cauca. Junto a las aldeas se disponen los campos de cebada y trigo (de lo que se aprovecharon los romanos). Caballos, bueyes y carretas eran "elementos auxiliares del campesino" (cito a Frontino). "Estos campesinos no debieron de tener dentro del sistema colectivista agrario de los vacceos muchas posibilidades de explotación de modo aislado. Hay diferencia entre las poblaciones del norte del Duero con las del sur. Las del sur, por imposición del medio natural, tuvieron mayor dedicación a la vida nómada pastoril y agricultura itinerante, por lo que sus viviendas debieron de ser cabañas o abrigos en los bordes de los páramos, junto con la persistencia de de habitaciones rupestres." (Wattemberg, obra citada). Sigue diciendo este autor que el hábitat rural vacceo vendría compuesto por una multitud de pequeños castros, rodeados por fosos, defendidos con cepos y murados con tierra y adobe (la piedra es escasa). Al foso le suple el río o el arroyo. Las casas en un principio fueron redondas y después rectangulares (Soto de la Medinilla, Valladolid). Los muros interiores se pintan de rojo y junto a ellos se disponen bancos corridos. Estas casas, por tanto, son similares a las de los castros lusitanos o gallegos. El ajuar doméstico se compone de herramientas enmangadas con asta de ciervo o hueso, hoces, azadas estrechas... En el interior de la casa hay grandes vasijas para granos o bebidas y -muy curioso- piedras de río redondeadas, del tamaño de dos puños, para cocer los alimentos o bañarse al vapor (sauna), como atestigua Estrabón respecto de los lusitanos que habitaban junto al Duero. Hay también en las casas lechos de paja y sagos, husos para hilar lana y pesas de telar. Posiblemente, la decoración mural de las casas se componía de símbolos geométricos y tallas de madera. De la magnificencia de las ciudades vacceas (Intercatia, Pintia, Arbucala, Amallóbriga, Pallantia...) ya he hablado en otros artículos de este blog.
Respecto de las relaciones comerciales de los vacceos con otros pueblos celtas o ibéricos e incluso griegos, están más que acreditadas por las evidencias arqueológicas. Se sabe que los vacceos intercambiaban cereales y lana por armas y hierro con los celtas astures y cántabros. De hecho, uno de estos centros comerciales de primer orden estuvo ubicado en la localidad palentina de Palenzuela (carretera de Burgos, último pueblo). Sabedor de su importancia estratégica, Escipión se dirigió contra ella en su campaña contra los vacceos, posterior a la de Lúculo. Precisamente, son estas relaciones comerciales (intensas) con los pueblos ibéricos del oeste peninsular lo que acentúa la "celtiberización" del pueblo vacceo, según Wattemberg, lo que significa un progresivo abandono de las tradiciones y cultura genuinamente célticas.
Otro aspecto que quiero destacar aquí es el de la religión para centrarme en la figura del "Druida".
La religión céltica se basaba en una cosmogonía en la que las almas eran un capital circualante, quiere esto decir que por cada hombre o mujer que moría había otro que nacía. Personificaban las fuerzas de la naturaleza en deidades como "Brith", diosa de la fertilidad o "Lugh", guerrero, mago, sabio y maestro de todas las técnicas. Existían celebraciones periódicas dedicadas a estas deidades que, más tarde, la iglesia cristiana hizo suyas. Es el caso de "las candelas", fiesta de origen pagano dedicado a Brith.


Respecto de los druidas, he encontrado autores que niegan la existencia de una cultura druídica en los celtas hispanos reservando este término sólo para celtas galos y britanos. Sea como fuere, el druida era un personaje que no se limitaba a ejercer las funciones de sacerdote relgioso, sino que además ostentaba funciones de pedagogo, chamán y, lo que es más importante, era el depositario de la tradicción oral. Por Plinio el Viejo sabemos que los druidas vestían de blanco, presidían sacrificios taurinos y cortaban el muérdago con hoz de oro. Veneraban a ciertos árboles sagrados, como el roble, el tejo, el avellano... Julio César (en "De Bello Gállico") y Posidonio hablan de los druidas refiriéndose a ellos como filósofos. Fueron proscritos por el Senado y por los emperadores romanos desde los inicios de nuestra era (Tiberio, año 54). Su último bastión fue la isla de Anglesey, junto a Gales, invadida por el general romano Suetonio Paulino en el año 60 d.C, quien destruyó el santuario y las arboledas sagradas. En el año 78 Julio Agricola la incluyó definitivamente en el imperio romano llamándola isla "Mona", por eso hoy en día a la isla se le llama en galés Ynys Môn.
Para finalizar, me voy a referir a los "últimos celtas".
Absorbida la cultura celta -al menos en parte- por la civilización romana y producidas las invasiones germánicas en las postrimerías del imperio, los únicos celtas que permanecieron libres y lograron formar una unidad política más o menos estable fueron los celtas del norte de Escocia, reino que primeramente se llamó "Alba", fundado por celtas pictos y escotos (de ahí viene la palabra Scotland: land of scots-->tierra de Escotos, provinientes de la vecina Irlanda). Los romanos habían renunciado tiempo antes a su conquista y por ello, para defenderse de sus incursiones construyeron al norte de la isla una gran muralla que la dividía en dos: es el muro de Adriano. Pictos y escotos fundaron este reino a comienzos de la edad media como una reacción al pillaje y las invasiones normandas (vikingas). Pasado el peligro vikingo y devueltas a Escocia las pequeñas islas que rodean Escocia (isla de Mull, Lewis...) el reino escocés se convirtió al cristianismo (San Columbano) sufriendo una progresiva influencia inglesa y tras diversos avatares se incorporó a la corona británica. La unión definitiva con Inglaterra vino tras la batalla de Culloden, en el siglo XVIII. En esa época están ambientadas novelas tan interesantes como "El Señor de Ballantry" o "Rob Roy". Y en esa época, también, podemos dar por finalizados a los últimos celtas históricos.
Bien. El tema sigue dando para mucho, pero hoy voy a terminar aquí. Tal vez publique un tercer artículo si veo que la cuestión sigue suscitando interés.
Un saludo para todos los que hayan llegado hasta aquí.
Varo.
Nota: Las fotos corresponden a libros que me han servido -además de otros que no muestro- para la redacción de este artículo. Las otros dos fotos corresponden a reproduciones que he adquirido en Escocia y Galicia.

viernes, 10 de julio de 2009

CELTAS Y VACCEOS

Como todo el mundo trata de buscar unos orígenes en su pueblo o región que lo diferencien del resto, hoy voy hablar yo aquí de los orígenes celtas de mi tierra, y no para poner el énfasis en el hecho diferencial sino en la relatividad de muchos de estos distingos.
Los celtas son originarios de la Europa Central y su aparición en la historia es, como casi siempre, difusa. Los historiadores griegos Herodoto y Hecateo de Mileto hablan de ellos en torno al siglo V a.C , pero se sabe que ya un siglo antes las talasocracias griegas y fenicias comerciaban con los celtas asentados en las costas atlánticas. De ellos, de los marinos griegos, parece ser que llegaron las primeras noticias de su existencia. En este sentido, Avieno -poeta latino del siglo IV d.C) utilizando textos griegos del siglo VI a.C los ubica en las costas atlánticas y en la Europa transalpina. También Éforo de Cime, historiador griego, situaba al Noroeste del "Mundo" una gran Céltica. Estamos todavía en la primera Edad de Hierro (cultura de Hallstat, alrededor del año 650 a. C).

Lo que sí está claro es que las diversas etnias célticas comienzan una serie de movimientos migratorios por todo el continente europeo, movimientos en diversas direcciones que les llevarán hasta las islas británicas, España, los Balcanes e incluso Turquía.
Respecto de su llegada a Hispania, hay dos corrientes contrapuestas que sitúan su llegada -una- en los momentos a que me he referido anteriormente, es decir, en plena Primera Edad del Hierro (Hallstat C y D). La otra corriente dice que no puede hablarse de celtismo en la península Ibérica antes del 500 a.C., es decir, una vez inicidada la Segunda Edad del Hierro (también llamada cultura de La Tène). Es en esta Segunda Edad del Hierro cuando los autores situan la llegada de los celtas al norte de Italia culminando su ocupación del norte y centro de Francia e Islas Británicas. Sea como fuere, lo cierto es que la evidencia arqueológica demuestra que los celtas hispanos son de cultura propiamente "Lateniana", es decir, de la Segunda Edad del Hierro, lo cual no impide que nuevos descubrimientos arqueológicos demuestren que también hubo grupos célticos "hallstáticos" es decir, de la Primera Edad del Hierro.
Según el historiador Adolf Shulten, las tres grandes tribus célticas de la Celtia hispánica son tres: Cempsos, Saefes y Beribraces. Por las descripciones que hace Avieno en su Ora Marítima, los Saefes debieron de ser los ocupantes de la región media del Duero y parte de ellos se establecen también en la región gallega. Tienen como vecinos, por el norte, a los "Ligures".Los beribraces son otra tribu céltica que ocuparía el territorio correspondiente después a los celtíberos, es decir, la meseta oriental hasta las proximidades de la región valenciana. Tienen como vecinos, por el sur, también a los Ligures. Para Shulten, los Cempsos serían idénticos a los "campsianos" que Estrabón cita como tribu germánica del mar del Norte. Eran del grupo étnico de los Belgas y parece ser que se ubicaron en la zona de Extremadura y bajo Tajo portugués. También son vecinos de los pueblos Ligures. Menciono a los Ligures porque según Shulten este pueblo, originario de Africa, ya estaba aquí cuando llegaron los Celtas y formará un sustrato poblacional indígena que entrará a formar parte de la cultura y civilización célticas dando un "toque" característico a los celtas hispanos..
Para la mayoría de los autores, la llegada de estas tres tribus a la Península Ibérica fue escalonada, en oleadas sucesivas, y no de forma conjunta. Así lo creo yo también. Pero en lo que no se ponen de acuerdo estos autores es en el momento concreto que esta llegada se produce.
Tras su asenntamiento en las zonas anteriormente citadas y a la llegada de los romanos, la "Celtia" hispana se compone de un mosaico de tribus que carecen del sentimiento de nación, entre las que podemos citar a galaicos, astures, cántabros, lusitanos y vacceos; pueblos asentados, todos ellos, en el noroeste hispano.
La región vaccea aparece como una cristalización de relaciones en las que las tradiciones culturales celtas se estrechan con las condiciones del medio. Las primeras noticias que tenemos de los vacceos datan del siglo II a.C. Se deben a Polibio que describe la campaña de Aníbal hasta la meseta con la toma de Helmántica (Salamanca) y Arbucala (Toro). También Apiano habla de los vacceos al narrar la campaña de Lúculo (año 151 a.C). Diodoro habla del colectivismo agrario de los vacceos diciendo de ellos que es el pueblo más culto de los que están vecinos a la Celtiberia.
El nombre de los vacceos procede de la raíz Vac- y del sufijo -ca. La raiz Vac- es de origen celta y tiene afinidad con el nombre de los vecinos orientales, los Arevacos (que vivían en Arava -Álava-), o con el de los Bellovacos (situados en la Galia). Los Vacceos recibieron su nombre de un jefe de clan llamado Vaccius.
De su contacto con Roma ya he hablado ampliamente en otros artículos de este blog al tratar el tema de "Intercatia-Villalpando"-, por lo que me remito a ellos. Sólo diré que tras las campañas de Lúculo y Escipión que doblegan la independencia de las ciudades vacceas, éstas se integran de forma total en la constelación de ciudades que componen el imperio romano, romanizándose y contribuyendo como nadie a la gloria del Imperio.
Los cántabros y astures fueron los últimos celtas hispanos en caer, en los albores de la era cristiana. En las guerras cántabras y contra los astures, nuestra zona tuvo gran importancia y conservamos vestigios como Petavónium (Rosinos de Vidriales) donde se encuentra parcialmente recreado el campamento romano que albergó a la Legión X Gémina y Ala II Flavia. O las mismas bodegas de Villamayor: El "castro" ya estaba habitado en la época vaccea.
Con la romanización se construyen calzadas y el intercambio cultural entre los pueblos celtas y romanos es grande. Los romanos, por ejemplo, adoptan la espada corta utilizada por aquellos: es el "gladio". Pero diferentes razones como una supuesta superioridad cultural y, cómo no, la razón de la fuerza (que siempre es muy poderosa) hacen que el mundo celta se vaya diluyendo en las formas romanas, desapareciendo, por ejemplo los idiomas célticos en favor del latín, como lengua vehicular al menos entre la gente de mayor nivel cultural y, sobre todo, a nivel oficial.
Los griegos llamaron Keltoi a los celtas. Sin embargo, los romanos les llamaron "Galos". De ahí el nombre de Galia, Galicia, Gales o Galacia (ésta última ubicada en el interior de Turquía y fundada por los celtas -o galos- que fueron rechazados cuando intentaron tomar Delfos, en Grecia. San Pablo la visitó en el siglo I d.C y ahí su "Carta de San Pablo a los Gálatas".
En los años finales del imperio romano, una última oleada céltica se produjo en la península Ibérica cuando anglos, jutos y sajones asedian las islas británicas haciendo que su población celta huya al continente buscando refugio. De hecho, las mayores evidencias del celtismo asturiano y gallego hay que buscarlo en este momento y no antes.

Tenemo múltiples topónimos que recuerdan la época celto-vaccea: Castrum Viride (Castroverde), Castrum Gundisalvo (Catrogonzalo)... Así llamaron los romanos (castrum) a los nucleos poblacionales celtas ubicados en la cima de un teso, rodeados de un muro circular ("Cultura Castreña"). La palabra pasó al latín para significar "campamento" siempre de forma rectangular -como el de Petavonium- y perfectamente diseñado alrededor de sus calles principales: cardo y decumana.
En fin, el tema daría para mucho más, pero a estas horas de la noche tal vez lo mejor sea dejar para un segundo artículo otros aspectos de quienes fueron nuestros antepasados: los celtas vacceos.
Varo.

sábado, 6 de junio de 2009

Villar de Fallaves (In my heart)

Perdónenme ustedes si alguna vez me pongo sentimental. No es intención mía tocar la fibra sensible de los que se asoman a este blog, ni pretendo recurrir a la evocación fácil de los años vividos hace tiempo, aquellos años de los que solemos siempre guardar únicamente lo mejor.
El caso es que hoy necesito hacer un esfuerzo en la memoria pues desde hace tiempo me viene rondando la idea de hacer un pequeño homenaje al lugar que conoció al niño que fui: Villar de Fallaves.
Así es. Mis primeros recuerdos están allí, junto a un camino empedrado. Un camino que vi convertirse en carretera cuando las máquinas pusieron brea y alquitrán sobre sus piedras blancas de aristas cortantes. Para alegría de mi padre, aquel suceso nos unió definitivamente con el mundo.

No voy a alardear de la dureza de aquellos años sin agua corriente en casa, de electricidad a 125 voltios con continuos cortes de suministro, sin calefacción en unos inviernos terribles que me provocaban constantes "sabañones"...


Pero sí quiero hablar de mis idas y venidas al caño, a recoger agua para casa, con mi madre, con mis hermanos, con Juli... Recuerdo el pilón junto a la fuente... Mientras yo llenaba un cántaro un labrador abrevaba sus mulas tras una jornada de trabajo....
Y no puedo silenciar a mis amigos: Carlos, el de Gabino; Javi, el de Tella; el otro Carlos, el de Gilda; Manel, Chuchi, Miguelito, Toñito... Con ellos corrí mis primeras aventuras descubriendo ese río "inmenso" llamado Valderaduey, como un Tom Sawyer de Tierra de Campos...


Tengo grabados algunos recuerdos de la tienda de Joaquina; del baile de la Cayaya; del fuego en casa de La Rubia; de doña Vale; del Renault 4-L de Miguel del Castillo siempre aparcado junto al Renault 8 de mi padre; de las nevadas invernales; de don Felipe, el maestro, que venía a diario desde Fuentes de Ropel en un ciclomotor; de la estufa de hierro en medio de la escuela; del mes de Mayo y las flores; del señor Leandro, el barbero, que ayudó a traer al mundo a mi hermano porque "se adelantó"; y sobre todo, de doña Milagros, la maestra; sobre todo porque ella es mi madre...

Y cómo no voy a hablar de la iglesia. La iglesia de San Vicente Mártir era el centro neurálgico del pueblo. Su torre gótica, esbelta como ninguna, presidía al igual que un coloso sin habla la vida diaria de la villa y de todos sus acontecimientos, grandes o pequeños. Recuerdo cuando vino el Obispo a las confirmaciones... Debió de ser a finales de los sesenta...


Sus puertas se abrían cada domingo bajo el arco de piedra y su naves se llenaban por completo a la hora de la misa mayor. Me asustaban sus gárgolas que vomitaban ríos de agua cada vez que llovía. Pero me fascinaba aún más contemplar las delicadas formas de aquel pórtico de piedra...
Un día la iglesia se cayó, por segunda vez en su historia. Y aunque actualmente se ha rehabilitado para el culto, la majestuosidad de aquella iglesia gótica y renacentista que conocí ya sólo queda en la memoria de los que vivimos aquellos años tan cerca de ella. Como tantas otras cosas.



Varo.

(Dedicado a mis padres que en Villar de Fallaves vivieron, probablemente, los mejores años de su vida, cuando eran jóvenes.)







domingo, 3 de mayo de 2009

La Plaza Mayor de Villalpando (cinco veces centenaria)

Al igual que todos los caminos llevan a Roma, también todas las calles de la villa llevan a ella, a la Plaza Mayor de Villalpando.
Situada en el corazón de su casco urbano, esta plaza típicamente castellana (y leonesa) sorprende a cuantos visitantes se acercan por primera vez. No es de extrañar pues incluso a mí, que la llevo viendo tantos años, aún me sigue sorprendiendo cada día que atravieso sus diagonales y me paro a mirar desde la sombra de algún soportal, semiescondido tras una columna de piedra. Joya desconocida, diría yo.
No siempre esta plaza fue así.
Volvamos a los años de la repoblacion, allá por 1170, cuando Fernando II de León quiso hacer de esta villa la vanguardia de su reino en una frontera imprecisa con la vecina Castilla que venía pisando fuerte. Entonces, tenía otro nombre, se llamaba "Plaza de las Carnicerías", y dicen que así se la conocía porque en ella se ubicaba la picota donde se ajusticiaba a los reos de delitos graves. En esa época era mucho más pequeña, irregular y tampoco había soportales.
Ha sido un acierto descubrir y dejar marcada la línea de la primera muralla, lo que permite darnos perfecta cuenta de su trazado y dimensiones.
La puerta que existía al inicio de la calle Real -frente al Banco Español de Crédito- y los lienzos de esa primitiva muralla del siglo XII desaparecieron para siempre cuando el progreso de la villa y la tranquilidad que supuso la unión con el reino castellano en 1230 ahogaron los muros adosándose a ellos barrios enteros que hacían inútiles esas defensas. Tras construirse el segundo recinto amurallado (a comienzos del siglo XIV) se vio la necesidad de ampliar la vieja Plaza de las Carnicerías, que desde sus inicios venía dominada por la imponente construcción que la orden del Templo tenía a su cargo: la iglesia de Santa María y la casa-fortaleza adosada a ella
Pero no es sino a partir de 1450 cuando empiezan a acometerse tareas en tal sentido. Se demolió la vieja muralla retranqueándose todos los linderos excepto el de la iglesia. Y, siguiendo a Calvo Lozano, es en esa época cuando comienzan a construirse las casas con soportales en el lugar que ahora las conocemos formándose una plaza completamente rectangular. En el lado de ese rectángulo donde se ubica la iglesia de Santa María del Templo (actual Ayuntamiento), los soportales fueron algo posteriores pues fue necesario un acuerdo con el Obispo de León, Domingo Manrique, para que permitiera al cabildo villalpandino construir esos portales y la casa del Ayuntamiento sobre la fachada de la iglesia. Ese permiso fue concedido en el año 1469.
Es curioso observar que muchos de los materiales que se emplearon para la construcción fueron reutilizados de otros edificios que, o bien se desmontaron o ya eran ruina por entonces. Me refiero, sobre todo, al empleo de varios troncos de columna que nada tienen que ver con el estilo y época de construcción de la plaza. Se trata de columnas retorcidas al estilo romano -no barrocas- o aquellas otras en las que se aprecian profundas muescas que servían para introducir trancos. Pienso que muchos de esos materiales pudieron haberse traido de las viejas villas romanas de los alrededores que han estado sirviendo de cantera hasta hace bien poco.
En los capiteles, son muy llamativos los blasones -todos de la misma época- de las familias hidalgas que poblaban la villa. Es una pena que la mayoría de ellos estén en un pésimo estado de conservación por la poca resistencia que ofrece a la acción de la atmósfera la piedra caliza sobre la que están hechos. También queda algún capitel con figuras zoomorfas muy interesante.
Quiero suponer que los dos escudos nobiliarios del Bar Ideal (antigua casa-fortaleza de la orden templaria) y del edificio del Banesto estuvieron siempre -de una forma u otra- en esas fachadas que miran a la Plaza. En realidad ambos escudos son prácticamente el mismo pues en ellos solo difiere el primer cuartel (los otros tres cuarteles son idénticos), lo que quiere decir que ambas familias eran parientes. Sería muy interesante seguir su rastro en la historia y descubrir qué personas reales hicieron gala de esos escudos de armas.
Por lo demás, para el que nunca haya estado por aquí, le animo a unos minutos sin prisa. Animo a todo aquel que quiera respirar el aire tranquilo de cinco siglos atras. Sólo es necesario sentarse en cualquiera de las terrazas de esta Plaza Mayor, pedir un buen caldo, alguna tapita y pararse a mirar. Si no fuera por el reloj del Ayuntamiento, parecería que el tiempo no pasa en esta plaza de villa vieja, de historias de hidalgos y frontera.
Varo.

sábado, 11 de abril de 2009

LA PROMESA (Cuento Gótico)

Las campanas de la villa sonaban como cada tarde, a las ocho en punto, preludiando el inminente cierre de las puertas. A esa hora, también, se dispensaban los últimos oficios en la capilla de Nuestra Señora, dentro de la vieja parroquia de Santa María. Fabián de Leiros era consciente de ello y por eso cruzó raudo el portón de San Miguel, junto al castillo, penetrando en la ciudad aún sabiendo que finalizadas las vísperas ya no sería fácil llegar a la posada de Olleros, extramuros de la villa.
Pero a Fabián de Leiros no le importaba. Esa tarde debía estar en aquella capilla pues así lo tenía dispuesto.
Enfiló con elegancia la calle de la Soledad, como su condición de hidalgo lo exigía, y cuando alcanzó la plaza de San Isidro alzó su mirada comprobando que allí seguía, impertérrita, la vieja torre mudéjar de Santa María, en el mismo lugar que la había dejado cuatro años atrás.
Fabián de Leiros, hidalgo de Ribadavia, venía para cumplir una promesa.
.........................
Así rezan los primeros párrafos de un relato breve que acabo de terminar. Esta vez no voy a publicarlo en el blog sino que me gustaría hacerlo en papel, junto con otros cuentos.
La historia está ambientada entre los siglos XVI y XVII, en la villa de Villalpando, pero cualquiera que no haya estado nunca allí puede leer sin problemas este relato y disfrutarlo tanto como los mismos villalpandinos. Es la primera vez que recurro a lugares que me son tan cotidianos.
Muchos de los personajes que aparecen forman parte de la historia. Otros, se quedan a mitad de camino o son, sin más, pura invención. No he querido hacer un relato histórico ni un ensayo académico sobre la época, sólo he pretendido hacer un cuento, un cuento serio.
En la foto tomada en el convento de Clarisas de San Antonio de Padua aparece la lápida de doña Ana María de Urueña, una de las personas a las que aludo en esta historia.
Varo.

domingo, 29 de marzo de 2009

Muerte Dulce

Tengo al lado del portátil cuatrocientos folios mecanografiados, a doble espacio. Efectivamente, se trata de la última novela de mi amigo, el escritor Félix González Modroño, titulada "Muerte Dulce".
Hace casi un mes me la envió en un email, aún sin publicar, para que me la fuera leyendo. "Ahí la llevas", me decía en su carta, como si fuera el propio Fernando de Zúñiga quien me la remitiera.
Pues bien, ya la he terminado.
Primero, Félix, te doy las gracias desde aquí, desde mi ventana pública. Te doy las gracias por haberme confiado el fruto de tu trabajo antes que a nadie (o casi nadie), por saberme dentro de ese círculo tuyo tan próximo de personas que te importan y que nos importas. Sinceramente te diré que ha sido un placer disfrutar, casi en exclusiva, de tu nueva entrega.
Como la novela no sale publicada hasta dentro de unos días, nada voy a desvelar ahora de ella, salvo decirles que me ha encantado. Supongo que todos ustedes lo comprenderán.
Simplemente quería dejar anunciado que el próximo 11 de abril de 2009, día de Sábado Santo, a las 8 de la tarde, tendrá lugar la primera presentación oficial de esta novela, en el salón de actos del Ayuntamiento de Villalpando. Y seré yo quien lo haga.
Varo.