
De lo poco que queda del Castillo de los Condestables merece la pena detenerse unos minutos en el impresionante cubo artillero que aún queda en pie.
Ya sabemos que el actual Palacio se construyó hacia el año 1527 sobre las ruinas de otro castillo medieval, de la época de Fernando II de León (año 1170) que fue pasto de las llamas, afirmación que comparten muchos de los que saben de estas cosas, como el profesor José Avelino Gutiérrez González -a quien ya me he referido en otros artículos-, además de nuestro paisano D. Luis Calvo Lozano. Se les atribuye a los Comuneros de Castilla la causa del incendio que terminó con ese primer castillo de estilo gótico-mudéjar en 1521. Sobre las ruinas de éste, el condestable Don Iñigo I, con el favor del emperador Carlos V por su lealtad a la causa realista, levantó en 1527 el palacio que hoy conocemos, aunque muy pocos años después, tras llegar a España el genio de la arquitectura militar Micer Benedito (conocido también como Benedito de Rávena) el palacio fue mejorado significativamente siguiendo el proyecto que confeccionara dicho arquitecto.
Cuando se habla de arquitectura militar, hay que hacer hincapié en el profundo cambio de mentalidad que produjo la generalización de las armas de fuego, generalización que se había producido muy pocos años antes, con los Reyes Católicos. Si hasta entonces las fortificaciones medievales se dotaban de altas torres y muros, a partir de esa época, justamente en los años que se reconstruye el Palacio de los Condestables tras el referido incendio, las técnicas defensivas cambian radicalmente recortando considerablemente la altura de torres y murallas, reforzándose el grosor de ambas y dotándolas de pesadas piezas de artillería que se subían por medio de cabrias (una especie de grúas). Al bajar la altura de torres y murallas, éstas ofrecían menos blanco a la artillería enemiga y mayor estabilidad y durabilidad frente a los impactos. Pero la gran revolución en el arte de fortificar vino con la aparición del baluarte: una estructura arquitectónica que sustituía a la torre medieval en su labor de flanqueo de los muros. En su planta -generalmente pentagonal- y alzado -de pocos metros de altura- predominaban las líneas rectas, que desviaban mejor la trayectoria tensa de
los proyectiles enemigos. Se dudó al principio entre la planta circular y la planta poligonal. De hecho, en este periodo al que nos referimos (años 1520-1580) muchos ingenieros y arquitectos militares (por ejemplo Girolamo Maggy y Giacomo Fusto Castriotto) defendieron las excelencias de la planta circular, como ocurre con nuestro Cubo del Palacio.

Lo que no cabe duda alguna es que el cubo estaba almenado -dotado de un coronamiento dentado- y entre almena y almena, en ese hueco que queda, se situaría un cañón o una "culebrina", más ligera que los cañones propiamente dichos. Partiendo de los 47 metros aproximados de perímetro he levantado la planta de la torre a escala 1:100. Su radio es de 7,50
metros aproximadamente. Sus paredes tienen un grosor de entre 2,5 y 3 metros (dato que tendría que afinar si alguien me ayuda a medir) construidas a base de sillarejo y rematadas con
buen sillar, Contaba con dos ventanas que proporcionaban luz a dos de sus tres pisos: los huecos de las rejas de dichas ventanas se ven a simple vista. Entre ambas ventanas, en el piso intermedio, posee una tronera más que estuvo ocupada por un cañón. La luz se obtiene en este piso por una ventana que mira al interior del Palacio. El hueco de abajo daba salida al foso, aunque no era una puerta sino un acceso al agua. Como ya no queda ningún resto visible de las almenas, las dimensiones de éstas las he calculado de forma que el el hueco que queda entre almena y almena sea lo suficientemente amplio para que un cañón de la época pueda maniobrar y cubrir una amplia zona. Así pues, he tomado un metro como la distancia que separa una almena de otra en la circunferencia interior que se forma al colocar el almenado sobre el muro circular. Con esta distancia y con la escala indicada calculo que serían entre seis y ocho los cañones emplazados. En
el plano he dibujado seis huecos (troneras) para seis cañones, uno de los cuales he representado también a escala. El acceso tendría lugar por una escalera interior. Todo ello puede verse en el plano que aparece en este artículo, que no pretende ser un plano exacto pero sí creo que es muy aproximado.



La ubicación de este cubo-baluarte es muy correcta para el fin que fue diseñado: flanquear los muros y proteger la cercana Puerta de San Miguel la cual, seguramente, también llegó a contar con alguna pieza de artillería. No es afirmación gratuita pues las otras puertas que quedan (Santiago y San Andrés) tienen varias troneras abiertas que prueban que las puertas de la villa estaban artilladas.


Varo.
1 comentario:
Really good post!
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