A los pocos días de haber levado anclas, una impresionante tormenta sorprendió a La Grande y Felicísima Armada provocando la dispersión de escuadras y embarcaciones. Poco a poco las naves fueron llegando a la ciudad y puerto de La Coruña, donde permanecieron hasta bien entrado el mes de julio de 1588. Fueron casi dos meses de escala obligada que provocaron un retraso enorme en la empresa de Inglaterra, determinante de su resultado.
Estoy seguro que lo primero que vieron los protagonistas de mi novela al acercarse a la costa coruñesa fue este faro, la Torre de Hércules, desafiando el Mar de Afuera, siempre tan bravo y enigmático. Por eso, siguiendo sus pasos, quise yo acercarme a esta hermosa ciudad de La Coruña para beber de las fuentes que me han aproximado con precisión al contexto temporal de este relato.
Sin embargo, en la villa, otra historia paralela va teniendo lugar en medio de un mar estepario de encinares y campos de cereal.
Quería anunciar que ya me queda muy poco para concluir y que, quizás por eso, por haberme concentrado en la novela, tengo este cuaderno de bitácora dejado de la mano de Dios.
Varo.