Probablemente, este conjunto de palomares compone una de las estampas terracampinas más fotografiadas de mi zona. Y no por ello, cada vez que paso cerca, dejo de echar una mirada furtiva, sorprendiéndome una y otra vez.
Parece ser que fueron los árabes quienes introdujeron en la Península este tipo de arquitectura rural dedicada a la explotación de palomas y pichones, aunque ya los romanos se dedicaban a la avicultura y colombofilia.
Este conjunto, situado en Villamayor de Campos, se compone de una docena de palomares y un molino de viento, restaurado alguno de ellos.
El solar donde se erigen constituyó siglos atrás la aldea de San Salvador que junto a San Martín de los Rascones y Villanueva del Río formaban un conjunto de pequeños poblados cercanos a la Villa-Mayor, de la que dependían. De todos estos pequeños pueblos ya no quedaba ni rastro a comienzos del siglo XVIII, sólo han perdurado, precisamente, los molinos de viento y los palomares, probablemente porque se siguieron explotando de generación en generación hasta hace muy poco tiempo.
Singulares edificios que son testigos mudos de un pasado que no podemos olvidar.
Varo.